La idea es el nacimiento del pensamiento y a su vez este hace de ello un producto final con sello propio y, dado el caso, de no aplicar este proceso esta queda sin destino y, lo que es peor, sin sentido alguno que le de vida. Para mí es importante que seamos capaces de entender esto, pues sin duda nos va a enriquecer interiormente y permitir que podamos exponer y confrontar con mayor rigor cualquier situación que se nos plantee en nuestras vidas. Utilizar de forma normal y cotidiana argumentos e ideas tomados de terceros nos convierte en autómatas, sin valor propio.

Ejercer el pensamiento libre

He querido exponer este convencimiento por tenerlo muy arraigado y porque proviene de una sensación que se me produce en estos últimos tiempos; no trabajamos nuestro pensamiento, no somos capaces de tener creación propia y nos conformamos con lo que unos pocos, a sabiendas de esto, nos van sirviendo ya hecho y así da como resultado que son ellos los que manejan la sociedad y lo hacen con una comodidad y satisfacción como nunca hubiesen creído poder conseguir.

Hagamos un breve repaso a nuestra situación actual. Vivimos en un país democrático, un Estado de derecho, donde el cómputo de libertades está en un alto nivel tanto individual como colectivo, ejerciendo el derecho a elegir a nuestros representantes, por radicar en nosotros la soberanía nacional, también a ser elegidos en aquellos cargos electorales. Pues bien, si todo esto, y alguna cosa más, es España: ¿qué está fallando para que esa soberanía nacional llegue a ser una verdadera realidad?

Quizás sea bueno que nos revisemos a nosotros mismos, permitimos excesivas actuaciones que desvirtúan nuestro papel ciudadano. Hagamos un ejercicio de volición para ejercer sin intermediarios nuestras funciones, porque está sucediendo cómo nuestra voluntad electoral se convierte en un acto folclórico con resultados que no van a dar valor de realidad al periodo legislativo. Convivimos con una serie de grupos de una enorme capacidad de poder que se han otorgado a sí mismos y en base a esto no les preocupa nada que llegue el día en que nosotros depositemos nuestro voto en la urna, pues ellos ya se han encargado de darnos las directrices adecuadas para que el resultado sea el que han determinado para cada momento y situación, sé que esto suena muy radical y que se puede poner en tela de juicio, pero no deja de ser mi observación y pensamiento.

Cuando llega una campaña electoral, los líderes políticos nos regalan sus mejores frases y sus magníficas promesas y debo reconocer que, cada uno oyendo a quien más cercano tiene, nos emociona y nos da una recarga de energía en nuestro convencimiento que no es suyo. Cuando llega el día D+1 ya todo queda en un triste olvido, nadie reclama nada porque tenemos tantas cosas que hacer que no vamos a perder el tiempo en estas minucias; dejamos de ser ciudadanos para ser súbditos del sistema que tenemos con múltiples preocupaciones; tener trabajo, tener familia, tener casa, tener coche, tener dinero suficiente para la familia, somos un depósito del tener de casi todo, porque tener voluntad y capacidad de participar en cambiar las cosas, ese tener no lo tenemos, es demasiada tenencia.

Pero mientras esto sucede, unos pocos elegidos se ponen al frente del poder que nosotros no hemos querido ejercer, me refiero: al sistema financiero, al sector energético, a las constructoras, en definitiva, a todos esos que aquí conocemos como el Ibex 35 y que tiene ese nombre porque son esos, 35 nada más. Poder económico en plena ebullición. Ellos marcan nuestro ritmo individual y nos dejan obligados al cumplimiento de su voluntad, para eso tienen el instrumento más adecuado: el consumo, nuestro amigo permanente que no nos abandona y que a ellos les produce satisfacción y mucho, mucho beneficio dinerario.

Luego ya tenemos a toda una serie de organizaciones que terminan de configurarnos en nuestro papel de súbditos del sistema y que ejercen su función con independencia de nuestra voluntad y pensamiento que ya no tenemos, son excelentes peones de esa intriga que maneja y margina nuestro papel. Un Consejo General del Poder Judicial vencido en su plazo de tiempo y que se encuentra cómodo en decidir lo que ya no le corresponde por función caducada; unos medios de comunicación social que han olvidado su función de informar y se dedican a crear opinión mediatizada (y así no necesitemos pensar nosotros); una CEOE formada por un grupo de ejecutivos que se representan a ellos mismos y su más que apetecible salario, de igual modo podríamos afirmar de los sindicatos, entonces, ¿dónde queda la verdadera representación de los intereses empresariales y laborales? Se ha esfumado.

Podíamos continuar completando el panorama, pero todo esto no es otra cosa que la cosecha que nosotros, los ciudadanos, hemos ido sembrando. ¿Cuándo ejerceremos con realidad y responsabilidad nuestras libertades? Pues debo decirles que cuando seamos capaces de vestirnos con el suficiente desarrollo cultural que nos permita ejercitar el pensamiento, generar ideas propias y reivindicar nuestros derechos, haciéndolo con el rigor que da ser verdaderos ciudadanos con total autonomía intelectual.