Se acaban las vacaciones para la mayoría y como todos los años ahora nos recordarán lo del «síndrome posvacacional» que es un invento para patologizar lo que es normal: que cuando hay que volver a casa, si es que hemos tenido la suerte de viajar al pueblo, a la playa o a la montaña, cuando hay que volver a madrugar, al trabajo, al cole, a la universidad… pues nuestro estado de ánimo no sea el mismo que cuando iniciamos el periodo vacacional con todas las posibilidades de ocio y disfrute que se nos ofrecen, liberados de las obligaciones habituales. En la vida hay reacciones que son normales, como por ejemplo el duelo. Lo afirmaba Freud. Cuando perdemos algo importante en nuestra vida lo normal es que suframos toda una serie de síntomas que configuran el proceso de duelo. Lo patológico sería lo contrario, es decir, que no se alterara nuestro ánimo y siguiéramos nuestra vida como si no hubiera pasado nada. Lo patológico es el duelo aplazado o cuando este se cronifica o no sufrirlo. Es importante diferenciar entre lo que es normal o natural, podíamos decir, de lo patológico. Hay que saber que a menudo se inventan síndromes. Se pone un nombre y se define su contenido. Pero no siempre el invento corresponde a la realidad. Se puede definir con una gran precisión qué es una sirena o un minotauro o el yeti o los gnomos o las hadas. Pero es obvio que por el hecho de definir no se garantiza su existencia. Por supuesto que la ciencia avanza en su conocimiento de la naturaleza y descubre cosas desconocidas. Pero no es menos cierto que en el mercado de lo psi que diría Foucault, se «construyen» síndromes o incluso enfermedades, con sus correspondientes fármacos, que años después se demuestran falsos al menos desde la salud pública, pero muy eficaces para el enriquecimiento de la farmaindustria. Así que nada, ánimo. Volvamos a la «normalidad» descansados, con ganas, con renovadas ilusiones, aunque nos cueste un poco.