Esperemos que el presidente Lambán y la consejera Repollés no pierdan el juicio y velen por la salud de los zaragozanos. Como dijo la concejala de Cultura, Sara Fernández(en ausencia de Azcón), la última palabra la tiene Sanidad del Gobierno de Aragón. Todavía no estamos para fiestas. Y en estas cuestiones de aglomeración colectiva no caben las medias tintas.

Hemos superado por los pelos –con contagios y hospitalizaciones– el verano y queremos disfrutar de un otoño tranquilo. Sin temor a la sexta ola que puede llegar si seguimos abriendo puertas a la imprudencia. Más del 70% de la población española ya tiene la pauta completa de vacunación. Un éxito de la ciencia, de la buena gobernanza de las comunidades y de la sanidad pública en su conjunto. No juguemos a la ruleta rusa en el último momento. Seguimos estando en pandemia y podemos contagiar y contagiarnos incluso con la vacuna completa. Por tanto, las decisiones que se adopten este mes de septiembre serán la clave de lo que venga después.

Vivimos el regreso de vacaciones, la vuelta a las aulas de los estudiantes, si añadimos las Fiestas del Pilar, ya sabemos que los repuntes de los contagios son inevitables. No valen excusas ni infantilismos peligrosos. Esos argumentos simples de «ahora nos toca disfrutar, juntarnos, gozar de la alegría colectiva y emborracharnos de felicidad festiva» son irresponsables y pueriles. Nadie se enferma por no ir a la Ofrenda de Flores; quizás sí por participar en aglomeraciones humanas donde los aerosoles flotan encantados.

Cuando Jorge Azcón dice que empiezan las Fallas, habrá fiestas en Valladolid, etc. es de risa. Las comparativas no se sostienen en un político listo. Es como decir que Pepito se ha tirado por un barranco y nosotros vamos detrás, para no ser menos. Me quedo con la frase de Mayte Pérez: «La vacunación es un éxito colectivo y no podemos pifiarla en el último momento». O esta otra de Lambán: «No pasa nada porque no haya fiestas en 2021; ya se celebrarán en 2022». Así que estamos en manos de lo que aconseja la experiencia. Si sabemos cuáles son las consecuencias de los eventos multitudinarios, no caben dudas, mejor no fiestas y a celebrarlas en casa.

Como bien argumenta Ernest Folch, periodista y colaborador de este diario, hay que castigar a los indeseables que no se quieren vacunar porque no hay derechos individuales si se pisan los colectivos. De la misma manera (esto lo digo yo) que no hay que ceder ante las presiones de los negacionistas del virus y sus variantes porque las medidas que lo combaten les molestan, destruyen su juerga y la economía de las fiestas. Y, otra cosa, ya no cabe apelar a la prudencia como mensaje político (vacío) cuando la masa se mueve y se excita.

Yo quiero seguir con las ventajas que hemos conseguido hasta ahora como personas responsables pero sin bajar la guardia. Que no nos fastidien con quince días de jolgorio masivo y contaminante.