Lo que está por venir en la política aragonesa marcará la próxima década institucional y, sin duda, lo que Aragón trace en su porvenir. Los congresos de cada partido político son un quebradero de cabeza para la mayoría de afiliados y una escabechina para otros. No hay casi nadie que salga satisfecho. Y quien lo hace: o sale airoso o tiene mucho que callar. O ambas, porqué no.

Entre las múltiples dudas de casi todos los partidos, el que tiene el camino más despejado es el PSOE de Javier Lambán. Salvo turbulencias de última hora o que salga algún candidato inesperado, el socialismo aragonés goza de buena salud con el liderazgo de Javier Lambán. Con un gobierno sólido que gira en torno a su figura omnipotente, o que incluso ha sido capaz de fagocitar el discurso político de sus aliados de gobierno, Lambán encara otro mandato como líder socialista más convincente que nunca. Y el electorado, sanchismo mediante, premiará su forma de gobernar. Es en el PP y en el PAR donde las dudas crecen cada día. El caso de Beamonte es el más sintomático porque refleja la letanía de inacción en la que viven los populares a nivel regional. De puertas para dentro saben que Beamonte no es el líder idóneo. Públicamente, todos sonríen como si la fórmula Beamonte sirviera. El impulso electoral del PP a nivel nacional es una realidad a la que Beamonte se aferra para repetir como candidato. Una bola de cristal que no es valida ni para Génova ni para Jorge Azcón.

La bisagra centrista del PAR es una incógnita hasta para el propio Arturo Aliaga. Sin despejar su candidatura, no se conoce lista alternativa al margen del ruido mediático de los críticos. El oráculo José Ángel Biel mueve los hilos tejiendo una refundación que parece amortizada. Quizá lo lógico sea una unión con Ciudadanos. Los de Pérez Calvo ven una necesidad en sumar fuerzas ante la sangría de votos que se percibe y el PAR es una alianza de garantía territorial.