El curso escolar, el tercero bajo el influjo de la pandemia, ha empezado ya. La organización familiar recupera la estabilidad y un cierto aire de normalidad. La evolución de las distintas olas de covid (seis hemos vivido ya en Aragón) aconsejó mantener prácticamente en su integridad las medidas de precaución que sirvieron para hacer de las escuelas, en un esfuerzo organizativo nunca suficientemente elogiado, no solo un lugar seguro sino uno de los resortes más eficaces en la detección y aislamiento de los contagios cada vez que la transmisión comunitaria se salía de control. Las cifras están mejorando, pero aún deberán pasar semanas hasta que la inmunización completa de los mayores de 12 años se alcance .   

La adaptación del entorno escolar a las exigencias de la pandemia lo ha condicionado todo en los dos cursos pasados: plantillas, organización, protocolos sanitarios y métodos de aprendizaje, especialmente cuando la presencialidad se ha visto más dificultada. En tal situación de emergencia sanitaria otros problemas han quedado en un segundo plano. Pero con el retorno a una cierta normalidad vuelven a emerger.

Uno de ellos es el de la Formación Profesional. Además de la necesidad de reformarla para adecuarla mejor a las exigencias del tejido productivo y a las necesidades de recalificación profesional de trabajadores en sectores en crisis, y de reforzar su atractivo como salida académica con perspectivas profesionales tras la Secundaria o el Bachillerato, este inicio de curso en algunas comunidades ha surgido una nueva preocupación: el desfase entre las plazas ofrecidas y el aumento de las demandas de matriculación en los ciclos formativos. El crecimiento de las plazas disponibles respecto a la previsión inicial, el incremento del número de alumnos por clase y la activación de la oferta privada no han sido suficientes y para no dejar ninguna petición sin satisfacer se confía en la formación no presencial.

Cabe preguntarse si renunciar a los componentes de socialización que implica el entorno escolar (y cuya necesidad resultó tan evidente tras la experiencia del confinamiento) y plantear como alternativa la educación por vía telemática es una oferta válida para el colectivo más susceptible al fracaso y el abandono escolar.

Y eso especialmente cuando los expertos alertan de la que califican de una segunda pandemia de inestabilidad emocional infantil y juvenil, tras dos años superados con una entereza ejemplar por la inmensa mayoría de escolares pero extraordinariamente difíciles y que han dejado heridas que acabarán saliendo a la luz. Pedagogos y psicólogos elogian los valores de integración, detección y atención de las escuelas y sus profesionales. Pero también advierten de que no bastan, y serán necesarios mayores esfuerzos en el área de la salud mental en estas edades. Tras la escuela de la pandemia, la de la pospandemia no será simplemente un retorno a la normalidad, sino que le esperan nuevos retos y necesidades.