Todo es previsible, salvo lo que no podemos imaginar. La diferencia es solo una cuestión de cantidad que medimos como probabilidad. La creatividad es una capacidad humana que consiste en generar algo nuevo a partir de ideas o conceptos previamente conocidos. Si el producto de la creación se acepta, seremos admirados como personas brillantes. Sin embargo, ser creativo no está relacionado con la alta inteligencia. Ni es algo innato propio de un gen de la originalidad. Una persona no tiene mejor vista porque perciba mejor una escena, sino porque la puede ver desde otra perspectiva que le ofrece más información.

Eso es la creatividad. Algo que se aprende, y que se debe enseñar desde la escuela, para que nos ayude a encontrar nuevas alternativas a viejos problemas. Confundimos creatividad con originalidad. Es fácil ser raro y provocar, llamando la atención, diferenciándonos del resto. Lo difícil es ser creativo dando valor a la innovación. Se considera, erróneamente, que arte y creación van de la mano. Pero esta capacidad innovadora se da en cualquier actividad y profesión. En lo personal aplicamos poco y mal la creatividad. Nos movemos entre la pasión y la razón. Y no todas nuestras decisiones oscilan en ese péndulo psicológico. Los pacientes que acuden a la ayuda profesional de la psicología pueden encontrar nuevos caminos de equilibrio mental.

Entre la duda asfixiante para tener más en cuenta al corazón o a la cabeza, la respuesta está en buscar otra perspectiva. La topografía psicológica es el arte de aplicar, e incorporar, el análisis de la realidad y el comportamiento, desde diferentes ángulos de la conducta. ¿Ven como la psicología, además de original, puede ser efectiva siendo creativa?

Curso nuevo, vida nueva. Al éxito científico de la vacunación se unen la aceptación social de la misma y la eficacia de un sistema público que nos ha llevado a la excelencia en la gestión. Esto tiene que ver con el nuevo clima sociológico que se abre camino. La etapa de «emocionalismo global», que todo lo inunda, comienza a dar señales de un agotamiento que está relacionado con la «fatiga pandémica».

En los últimos años, las emociones han dominado la tierra de la política. Pero el virus podría ejercer de meteorito social, cambiando la evolución del comportamiento humano. Algunas señales llegan del centro de Europa. En Alemania se fortalece un liderazgo tranquilo de la socialdemocracia, que evita apelar a las vísceras y que nos recuerda a un Peter Sellers germánico, protagonizando un Bienvenido Herr Scholtz. La intranquilidad errática de las derechas en España refleja su incomodidad con la normalización, sea institucional o económica. Necesitan desactivarla con explosivos populares.

Un poco de poder judicial agitado pero no renovado, el apoyo de la patronal para evitar el consenso en torno a la subida del salario mínimo o suspirar por el fracaso de operación modélica de salida de Afganistán, son solo algunos de los «acelerantes» utilizados para mantener la tensión. La emoción, ya sea en política o en psicología, moviliza a través de la activación. Pero agota, ya que no es posible mantenerla en el tiempo, y termina generando frustración.

Este fracaso lleva a que personas muy motivadas expresen conductas violentas, como única fórmula que les permite seguir activándose. Es el caso de los extremismos de todo tipo. En cambio, la mayoría no tan polarizada, se reagrupa en torno a la pacificación emocional. Valora posiciones más racionales y tranquilas, que ofrecen sosiego y eficacia, frente a la irracionalidad del simplismo emotivo. Tras el impacto viral quizás valoremos más y mejor nuestra salud física y mental. Pero también se puede abrir paso un comportamiento de activación tranquila con repercusión social y política.

La reina Letizia inauguró el curso en Aragón, junto a la ministra Pilar Alegría. Javier Lambán ejerció de republicano, y la llevó al colegio de Zuera que lleva el nombre de su insigne vecino, Odón de Buen, a quien los sublevados del golpe franquista encarcelaron, además de asesinar a su hijo. Murió exiliado en México.