Sé que no debería, pero sigo el tema de la mesa del diálogo en Cataluña con una sonrisita irónica. En el momento de escribir esta columna, el presidente Aragonés acaba de expulsar a Junts de dicha mesa por proponer a dos indultados como parte de la delegación: a Jordi Sánchez y Jordi Turull, conocidos chapas de los de darle a la matraca con la independencia. Les decía lo de la sonrisa porque sigo encantada el espectáculo: y es que no hay nada peor para alguien que vive del conflicto a que le den la razón.

El 'Govern' quería mesa de diálogo, y Sánchez le da mesa de diálogo. El 'Govern' pensaba que Sánchez no acudiría, y Sánchez va a ir. Oye, si hay que sentarse, uno se sienta. Esta actitud falsamente colaborativa está desactivando, uno a uno, los argumentos retóricos y vacíos de los independentistas, a la vez que va abriendo una sima entre los dos socios, los ultramontanos de Waterloo (Junts) y los más pragmáticos de Esquerra.

Hay quien se rasga las vestiduras y dice que Sánchez se está bajando los pantalones, pero yo opino lo contrario: es, si se me permite la expresión, como darle la razón a un niño tonto. De todas maneras, tampoco pasa nada por cambiar de táctica: ya vimos a dónde nos llevó la de Rajoy. En este momento, los socios catalanes se odian entre sí (divide y vencerás); los empresarios catalanes (hasta ahora, como poco, tibios) ya se empiezan a calentar con tanta tontería, porque la pela es la pela; y la asistencia a la Diada de este año ha sido la menor desde 2012.

Pues oye, el balance no es malo, ¿no? Aunque Aragonés suba el tono, porque se le está desmotivando la parroquia, entre dentro de lo previsible. Habrá mesa, y luego no habrá nada. De ahí mi sonrisita.