El pasado mes de julio tuvimos la fortuna de recibir en Jaca a Manuel Cruz Rodríguez, quien pronunció la lección inaugural de los Cursos de Verano de la Universidad de Zaragoza. Hace unos años está lección corrió a cargo de un amigo común, Alfredo Pérez Rubalcaba, al que dedicamos un entrañable recuerdo y cuya lección tenía una relación, al menos tangencial, con la dictada este año.

‘Imitation of life’ y método científico

‘Imitation of life’ y método científico josé antonio Mayoral

Desde la atalaya privilegiada que le otorga su formación como filósofo, su experiencia como profesor universitario y sus responsabilidades políticas del más alto nivel, planteó un buen número de reflexiones de gran interés, pero una de ellas me condujo a mis propias reflexiones. Sin entrar en el relevante papel jugado por las religiones, el desarrollo de nuestra civilización se ha basado, en gran medida, en generar convicciones procedentes de las experiencias, muchas de ellas asentadas como leyes científicas.

Sin embargo, la sociedad actual ha involucionado. Ahora son las convicciones las que generan evidencias. No pocos negocios han crecido convenciendo a una serie de personas de curaciones cuasi milagrosas sin ninguna base empírica previa. Pero la cosa puede empeorar y, de hecho, lo está haciendo porque en estos momentos son los sentimientos –ni tan siquiera las convicciones– los que empiezan a crear pseudo-evidencias, con el impagable apoyo de las redes sociales, con mensajes simples que apelan a lo más básico. Esta es la fuente de todo tipo de populismos, negacionismos, sectas o pseudo-sectas como, por ejemplo, los terraplanistas.

Estas reflexiones me trajeron a la memoria Imitation of Life, que además de ser una película de 1959 basada en una novela de Ross Hunter, es una conocida canción del grupo REM incluida en su disco Reveal de cuya edición se cumplen 20 años: la vida dulce al estilo de Hollywood o como un espectáculo para adolescentes, en el fondo una sociedad adolescente como la que estamos creando.

Las redes sociales favorecen esta tendencia, apoyada en la necesidad de los seres humanos de sentirse aceptados por un grupo en el que se comparte un conjunto de creencias, un grupo en el que se comparte una fe. Pero son solo una poderosa herramienta, porque, sin duda, el origen primero de esta sociedad adolescente se encuentra en la educación, una educación que a menudo cae en la tentación del utilitarismo, que se aleja de la formación de una ciudadanía con criterio. El arrinconamiento de las humanidades es, quizás, la imagen más evidente de esta realidad.

En este contexto creo que es importante destacar un hecho: la mayoría de nuestros jóvenes, incluidos aquellos que cursan un bachillerato de ciencias, llegan a nuestras aulas sin un conocimiento claro de lo que significa el «método científico». No entienden que las teorías se generan sobre la base de la observación y la experimentación, que estas teorías son continuamente puestas a prueba por nuevas observaciones experimentales y que, si la teoría vigente no explica o contradice alguna nueva observación, es sustituida por otra teoría que, inmediatamente, entra en proceso de contraste con las nuevas observaciones y resultados experimentales. En este método son las evidencias las que generan nuevas teorías, siendo conscientes de que no podemos estar más cerca de la realidad de lo que lo esté la mejor teoría.

Una sociedad adulta debe recuperar este camino. Debe resistir la tentación de aceptar las convicciones no basadas en evidencias o, aun peor, basadas en falsedades de todo tipo, tanto científicas como históricas. Los medios de comunicación han caído también en la tentación de la inmediatez poco contrastada y en reemplazar información por opinión. No estaría mal que una ciudadanía formada, incluyendo en esta formación las nociones elementales del método científico, tuviera a su alcance una información contrastada y, así, fuera capaz de generar sus propias opiniones.