Esta semana, organizadas por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza y con la colaboración de Fundación Caja Rural de Aragón, se han celebrado las II Jornadas de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza. En ellas han participado historiadores de gran relieve como Luis Alberto de Cuenca, Margarita Torres, María del Carmen Aguarod y Romana Erice, y escritores tan significados como Santiago Posteguillo, Nieves Concostrina, José Calvo Poyato y María Zabay, que han conseguido llenar todas las sesiones hasta completar el aforo permitido por el protocolo covid.

Conferencias, mesas redondas y presentaciones de novelas han precedido durante toda la semana a un recital de poemas de Marcial (siglo I a.C.) en el teatro romano de Zaragoza. Los versos del mordaz e irónico epigramista, nacido en Bílbilis (cerro de Bámbola, Calatayud), resonaron casi dos mil años después en la voz del actor Juan Luis Pérez, del teatro LaClac.

Estas II Jornadas han estado dedicadas a la Antigua Roma, cuyo primer emperador, César Augusto, dio nombre a la ciudad de Zaragoza (Caesarugusta), y definió su urbanismo, que ha dejado huellas tan profundas que llegan hasta la actualidad.

Zaragoza se ha definido en algunas ocasiones como «la ciudad de las cuatro culturas», porque a las tres que convivieron en la Edad Media (cristianos, judíos y musulmanes), se ha añadido la cultura romana.

La España actual es heredera de esas cuatro culturas, y Zaragoza es un exponente extraordinario de la evolución histórica que en los últimos dos mil años ha ido transformando este país hasta convertirlo en lo que hoy es.

Con todos sus defectos, y los historiadores los han puesto de manifiesto sobradamente, y con algunos aciertos, España ha llegado a comienzos del siglo XII, a pesar de la crisis financiera de 2008 y la pandemia de 2020, en el mejor momento de su historia.

Pese a las dificultades actuales, que una parte importante de la población sufre en demasía, nunca se ha vivido mejor que ahora, nunca hubo un periodo de democracia y de paz (póngale todas las pegas que quieran y añadan las muchas mejoras que se necesitan) tan largo y tan estable como el que vive este país desde 1977.

Para eso sirve, entre otras cosas, la historia, y la novela histórica, para entender que cualquier tiempo pasado no fue mejor, y para comprender que solo conociendo el pasado se puede entender el presente y planear un futuro más halagüeño.

Y con Jornadas como las de Zaragoza es posible llevar este mensaje a mucha gente. En ello estamos.