Está lejos, muy lejos, de aquel concepto clásico que llevaba a los escolares a aprender los ríos de la península como una canción de Los chiripitifláuticos. A años luz de aquella asignatura que describía regiones del planeta, relacionaba países con capitales y montañas con altitudes, que obligaba a calcar mapas, clasificaba a los humanos por tipos de razas, explicaba cómo se formaban las nubes y poco más. Pero para el común de los ciudadanos, la Geografía sigue siendo una materia que solo sirve para eso, para almacenar datos en el disco duro cerebral que escupir, por ejemplo, en un concurso.

¿Vas a la universidad a estudiar Geografía, y eso para qué sirve? ¿En qué facultad se estudia? ¿Qué salidas tiene? Son preguntas recurrentes que los estudiantes de esta especialidad han tenido que oír alguna vez. O soportar la chanza de los que no entendían por qué entre su material de estudio había pares estereoscópicos de fotografías aéreas, compases, mapas topográficos del ejército, de isobaras, calculadora o guías para clasificar rocas y plantas.

La erupción del volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma y su persistente presencia en periódicos, informativos y programas especiales de televisión me ha devuelto a varias décadas atrás, cuando un curso de aspirantes a geógrafos sacrificó un viaje de fin de curso de juerga y desenfreno, optó por otro de alto contenido educativo y decidió viajar a Canarias para conocer in situ los temas referentes al vulcanismo. No era lo mismo asimilar con gráficos o diapositivas lo que es una colada de lava solidificada que pisarla, ni ver en un dibujo lo que es el malpaís que sufrirlo, no es lo mismo tocar la lava cordada, los distintos tipos de piroclasto (lapilli, bomba…) y ver los efectos de estas erupciones en la morfología del terreno, en los usos del suelo, en la vegetación, en la ordenación del territorio… aprender lo que es una erupción estromboliana, hawaiana, una fajana… Términos y conceptos que van a ampliar el lenguaje informativo como ocurrió con los económicos durante las crisis o con los virus y la pandemia.

Llevo dos semanas enganchada a la información que genera La Palma y escucho a expertos y periodistas decir que sobre vulcanismo unos y otros están enseñando y aprendiendo en tiempo real. A golpe de informativo. Leo con cierto orgullo que hay geógrafos participando en las labores de investigación, análisis, prevención y emergencias relacionadas con esta erupción volcánica y colaborando con muchos medios. Veo el creciente interés por seguir las cuentas de organismos como el Instituto Geográfico Nacional (IGN) o el Instituto Geológico y Minero de España (IGME). Y me pregunto si con esta sobredosis de vulcanismo, algunos de aquellos ignorantes o de los que en algún momento han pensado que es bueno reducir las horas lectivas de esta materia, han aprendido ya para qué sirve, entre otras muchas cosas, la asignatura y la especialidad de Geografía. Además de para discernir que no es lo mismo hablar de Palma que de La Palma o de Las Palmas, que de todo se oye y se ve estos días.