La calle San Pablo de Zaragoza se ha convertido en un oasis cultural, en una fiesta de la creatividad... Torres mudéjares, viejas tabernas y decimonónicos hoteles conviven con galerías de arte y estudios de diseño y de música, o con El Sótano Mágico soñado, abierto y dirigido por Pepín Banzo y Elena S. Perdomo.

Entre sus paredes, que rezuman la misma magia que sus espectáculos, ese tipo de respiración, de saturación de los lugares donde el alma se manifiesta en sus potencias creadoras, se nos presentó la otra noche Federico García Lorca.

El poeta regresaba de ese otro sótano de la historia, de un sepulcro desconocido, de un tapial de fusilamiento o cuneta sin nombre donde intentó arrumbarlo sin éxito la historia de los vencedores. Fracasaron, porque sigue vivo.

En las voces e interpretaciones e instrumentaciones de dos excelentes músicos, Karlos Zuazo y Eugenio Arnao, Lorca se nos reveló una vez más como el mago capaz de unir en un poema, incluso en un solo verso, tradición y vanguardia. Porque en aquellos jinetes suyos que galopaban en la noche negra plateadas jacas con brillos de espuelas y cuchillos, con la manta a la espalda y el morral de aceitunas seguimos oyendo el pulso del romance, el compás de la copla, los suspiros del melodrama, las cuerdas de la guitarra flamenca… Pero también los ruidos y ritmos del porvenir, la rima libre, metálica, que anunciaba un futuro de sirenas y sangre, a esa otra humanidad más asomada a los balcones que a los tanques, a ese otro hombre, el nuevo, que, lejos de convertirse en superhombre, en medio de la soledad de su alma lloraba por los amores, los fuegos y poemas perdidos...

Un espectáculo, el de Eugenio Arnao y Karlos Zuazo, con tanta belleza escénica como generosidad didáctica. Los caminos de Lorca combina una selección poético-musical, incluyendo versiones de'Córdoba, lejana y sola', 'Los cuatro muleros', 'El Café de Chinitas' o 'La Tarara', con una muy práctica y amena explicación sobre el universo lorquiano, incluyendo claves explicativas de sus creaciones o conductas.

Aquella noche mágica la poesía no sustituyó a la magia en El Sótano Mágico por la sencilla razón de que ambas fueron un solo y mismo milagro.