Hay mañanas en las que te levantas de la cama, pones la radio, desayunas, lees la prensa y… ¡zas! Todas las piezas encajan. Y luego, en lugar de darte una alegría por ello, te entra una depresión de caballo.

Eso me sucedió el día 4 de octubre. Las noticias se agolparon y salían enganchadas unas a otras como cerezas de un cesto. La primera, esos doce millones (que se dice pronto) de documentos secretos desvelados por un consorcio mundial de periodistas, en los que se desvelan los artilugios financieros urdidos para evitarse el enojoso trámite de pagar impuestos por un sinfín de personajes bien conocidos (y con el riñón forradito) de todo el mundo, entre los que no faltan muchos paisanos nuestros.

Nómina selecta

En tan selecta nómina, como en la viña del Señor, hay de todo. Empresarios y directivos a mansalva aunque se echan en falta pymes y autónomos, políticos de todos los pelajes, europeos y latinoamericanos (eso de momento, ya aparecerán los de otras latitudes), cantantes y cantantas, deportistas de élite, ministros de Finanzas, directores de bancos centrales y alguno del FMI que, entre orgía y orgía, se ocupaba de un negocio de consultoría (¿?) tan incompatible con su cargo como con sus consejos sobre reducción del gasto a los gobernantes y contención de los salarios. Hay también terraplanistas y antivacunas, pero destaca especialmente la cantidad de patriotas.

Patriotas de los de banderita rojigualda en la muñeca y de los de senyera en el corazón (¿han visto a alguno que la lleve en la cartera?). Patriotas como el señor Putin, míster Blair, o altos dignatarios chilenos, argentinos, mexicanos, brasileños, hondureños o ecuatorianos, tan aficionados a entonar sus himnos transidos de amor a la Patria. ¿Que hay en ella desigualdades que claman al cielo? Bueno, esas son pequeñeces en las que no suelen detenerse. Y no podía faltar nuestro emérito, empeñado en ser el perejil de todas estas salsas malolientes junto con su examante, esa rubia tan industriosa.

Pero decía que las noticias vinieron enganchadas. Suponiendo que sea noticia un aumento del sesenta y tantos por ciento en el precio de la electricidad de un día para otro, o que Pablo Casado anuncie a los cuatro vientos su intención de bajar más los impuestos, rebajar las pensiones y reducir el gasto público, mientras la plana mayor del PP pone los ojos en blanco y grita vivapaña a los sones del himno nacional. O la enésima puerta giratoria por la que se cuela el socialista Carmona como vicepresidente de Iberdrola (sí, esa compañía que vacía embalses y causa todo tipo de destrozos ambientales para producir kilovatios a precio de oro). No me ha sorprendido este ciudadano.

También dije al principio que las piezas encajan como las de un rompecabezas. Y encajan con otras noticias recientes. La subida de los precios hasta el cuatro por ciento anual, por ejemplo, una cifra que no conocíamos desde los años locos previos al batacazo de 2008. Lo que no es óbice para que la derecha económica (y la otra, siempre a sus órdenes) ponga el grito en el cielo por esa decisión gubernamental de subir las pensiones al ritmo del IPC, con lo bien que están subiendo solo al 0,5. El señor Aznar, tan solidario como acostumbra, nos dijo que él no cobra pensión y que no piensa jubilarse. No te…

Iba a decir una grosería, lo siento.

Pero sobre todo encajan con ese plante de la patronal, tan negociadora para los erte y otras gabelas y tan intransigente para subir el salario mínimo en una cifra tan desmesurada como 15 euros al mes. Cincuenta céntimos diarios con los que, quienes cobraban hasta ahora 950 euros mensuales, alcanzarán los 965. Seguro que al día siguiente de recibir tan suculenta nómina, salen pitando a montarse un fideicomiso, o una empresa pantalla, y a comprarse un avión privado, o una mansión victoriana, sin que se entere Hacienda.

Sí, claro, las piezas encajan a la perfección. Pero la sensación no es de alegría, sino de asco.

Asco porque solo el esfuerzo de un grupo de periodistas haya sacado a la luz un fraude de tales dimensiones, perpetrado por una minoría de poderosos de todo el mundo contra los derechos de una inmensa mayoría que sufre las consecuencias de esa gigantesca evasión fiscal con recortes de los servicios públicos. ¿Acaso tienen mejores medios los periodistas que los estados? ¿Por qué no un consorcio mundial de inspectores de Hacienda? ¿Será porque muchos de los que podrían ponerlo en marcha están en la lista de evasores y no son tan tontos como para mandarlos a investigar sus tropelías?

Patanes enriquecidos

Asco también porque es la enésima constatación de que lo que une a demasiados personajes de las élites económicas y políticas que dirigen el planeta es mucho más fuerte que lo que los separa. Miembros de la realeza, aristócratas y burgueses, hombres de izquierdas y de derechas, banqueros cultos y elegantes frente a patanes enriquecidos que no saben hacer la o con un canuto, están unidos con un pegamento más eficaz que el Loctite: la codicia.

La codicia ha impregnado nuestras sociedades, corroe ideales, viejas creencias y siglos de lucha por la igualdad. Como el cambio climático, puede que sus efectos aún sean reversibles, pero cada vez queda menos tiempo. El hartazgo y la decepción de grandes masas está más que justificado, sí, pero el riesgo de que esa decepción acabe con los cimientos de las democracias occidentales y abra paso a una era de oscurantismo populista es muy real. Lo estamos palpando, y eso da miedo. Y pena. Y asco, mucho asco.