Fue su acento. La identifiqué. Esas eses que son ges. Ese puntito cañí de caña bien tirada, zarajos, allá donde se cruzan los caminos, pongamos que hablo. De «Mógtoles». De Iker, Supremas y empanadillas. Ese Madrid Sur como conexión perdida. Ella cayó como del rayo por estos lares con un crío y mucha hambre de vida nueva. Esa categoría de neorrural a la brava que ya es rizar el bello rizo se complica cuando eres madre soltera porque te da la gana y quieres hacer crecer al niño entre el huerto ecológico. Hay que tener los tomates cuadradísimos.

Si llegar a un lugar nuevo, hacerlo a un pueblo que cabe en cualquier rellano de la urbanización de tu antigua keli, nunca es fácil para nadie, a ellas se le juntan condicionantes malditos salpicados de estereotipos más rancios que el verde fosforito y machismos arcaicos que ni en Atapuerca. Sola, encima. Carnaza. En el punto de mira. Hablar es fácil. Echar un cable lo es menos.

Curtida en mil batallas, perfil profesional sembradísimo, simpática como pocas, echada pa’lante… de algo hay que comer para pagar el alquiler, las facturas y tener al peque niquelado. Hay que ponerse a currar de lo que salga. De camarera por un salario que ni tan mal si no calculas la media de horas echadas en la barra y haces que no escuchas los comentarios de los maromos marsupiales. Eso, administrativa o a cuidar viejos. ¿Qué quieres? Así van pasando los días, semanas, meses. Años. Vida.

Y a ella no le faltaban ganas de emprender. Esa palabreja maldita. Lo que faltaba era tiempo, porque en la única jornada libre pues quizá ni quedan fuerzas para olvidar la rutina del café cortado y la mediana y no de esa máquina que allí no conoce nadie, únicamente algunos que se han acercado algo más.

Pero ella va haciendo, redacta un proyecto durante el confinamiento y lo presenta a una subvención. Porque no rebla. Y ocurre. De repente se presenta esa oportunidad y la caza al vuelo.

La cosa funciona porque alguien ha confiado, ha dado un empujón, porque no has cedido a lo que te ofrece el sistema. Porque no te has vuelto a «Mógtoles». Has resistido porque era lo que querías. O no tenías otra.

Y ahora ella es reconocida, valorada, esa que no sabíamos que hacía eso. Sigue con ese crío que es más alto que las coles, un trabajo mejor, más tiempo y más feliz. Cerca del objetivo. De la vida que hay que vivir con lo que toque. Peleando, luchando, ganando y perdiendo. Y su éxito es el de los demás que la miramos y nos alegramos, porque es un poquito el de todos. El de todas. Un camino que va.