El reciente acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos para la aprobación de unos nuevos Presupuestos Generales del Estado supone un paso adelante en la estabilidad política y económica que España necesita para dejar atrás los funestos efectos que sobre la sociedad española ha tenido la pandemia del virus covid-19. Dejando a un lado los pequeños errores de comunicación y los desajustes ocurridos entre ministerios, resulta evidente que los agoreros que pronosticaron poco menos que el fin del Estado español si gobernaba la izquierda en España han tenido poca fortuna en sus augurios. Pedro Sánchez ha dado al PSOE un giro hacia la socialdemocracia dejando a un lado de manera definitiva aquella famosa tercera vía de Tony Blair que tanto gustó a la derecha europea (sobre todo a la española de Aznar) por cuanto supuso tener a la izquierda en un estado de domesticación idóneo para que las políticas ultraliberales, tanto en lo económico como en lo social, se expandieran por las instituciones europeas.

Elemento vertebrador

El anuncio del presidente del Gobierno relativo al proyecto de ley de vivienda de alquiler viene a ser la constatación de que la socialdemocracia es posible en la Europa del siglo XXI como elemento vertebrador de las sociedades que no quieren regirse por las políticas económicas de Ronald Reagan o Margaret Thatcher que tanta miseria provocaron en los países donde se utilizaron, como fue el caso de la mayor parte de los países de Suramérica. En los últimos años, sobre todo en los últimos meses, Sánchez ha logrado que su partido se escore a la izquierda, pero sin olvidar el centro, olvidando, como dije antes, las terceras vías o el apoyo a Gobiernos de derechas por una supuesta estabilidad política, mientras que Unidas Podemos ha abrazado una política más pragmática y realista que le ha llevado a abandonar postulados irrealizables y promesas que sabían que no podían cumplir.

Consecuencia de ello es una legislatura que se está caracterizando, dejando a un lado, si es que se puede hacer, aunque sólo sea en la ficción del pensamiento, la desgracia de la pandemia, por importantes cambios como son la subida del salario mínimo, la revalorización de las pensiones por IPC, la ampliación del permiso de paternidad, medidas de conciliación familiar o la entrega a los jóvenes de un bono vivienda de 250 euros para alquilar una casa.

Frente a la acción de un Gobierno que podrá estar más o menos acertado pero que no ha cometido errores de bulto ni se ha visto inmerso en casos de corrupción como si lo estuvo el anterior Gobierno de Mariano Rajoy, el Partido Popular de Pablo Casado no acaba de saber cuál es su sitio en la oposición. Los bandazos ideológicos de Casado, que un día hace un discurso en el Congreso de los Diputados rompiendo lazos con Voz y al día siguiente se apropia del ideario del partido de extrema derecha, demuestran que es un dirigente desnortado y sin ideas propias. Prueba de ello ha sido la desastrosa convención itinerante que los populares cerraron, hace unos días, en la plaza de toros de Valencia. Cuando no se proyecta imagen de líder pasa lo que pasa y así pudimos ver a Casado recibiendo lecciones de todo aquel al que se le dio un micrófono. Las preguntas con pretendida ironía y sabiduría de Rajoy del que en realidad lo único que interesa es si algún día aclarará el 'caso Kitchen', las lecciones de un Aznar más falso modesto que nunca amenazando veladamente como no se haga lo que él dice, una conferenciante que acusó a los populares de machistas y de tener una cúpula sin apenas mujeres, a Alejo Vidal-Quadras haciendo poco menos que apología del franquismo propugnando la desaparición de las comunidades autónomas en contra de lo establecido por la Constitución Española, a un Nicolás Sarkozy condenado por financiación ilegal de su campaña electoral al día siguiente de que Casado dijera que quería ser en España como el político francés en su país o la defensa de Vargas Llosa de las dictablandas. Tremebundo.

Técnica destructiva

Si el Partido Popular quiere ser tomado en serio como alternativa al actual Gobierno de coalición lo primero que debería hacer es abandonar la política del no a todo. Tal vez piensa Pablo Casado que si repite la misa técnica destructiva que utilizó en su día José María Aznar de despotricar contra todo sin dar una sola idea pueda también llevarle a la Moncloa. El problema es que la sociedad actual difiere mucho de la España del 96 y además Casado necesitará pactar con el posfranquismo xenófobo español lo que tendría muy difícil explicación en las instituciones europeas. Y por si no fuera poco, la sombra de Isabel Díaz Ayuso prevalece todavía más después de la última convención. Ayuso espera su momento, ese día en que por aclamación de los militantes se haga con las riendas del partido a nivel nacional. Su osadía, propia del que se sabe un intruso por su escasa formación y capacidad, sólo deja un camino posible: huir hacia delante.