Alguna vez les he hablado de William Somerset Maughan, uno de mis autores favoritos; hoy, por desgracia, olvidado. Su poder de observación y análisis siguen vigentes en sus escritos. Particularmente en aquellas hojas de viaje, anotaciones, descripciones que iba tomando durante sus viajes por los Mares del Sur y Extremo Oriente.

Algunas de esas bellísimas estampas literarias fueron recogidas en uno de sus libros más singulares, 'En un biombo chino'.

En uno de cuyos breves relatos describía a un joven socialista, Henderson, que llamaba la atención por su aire desenfadado y resuelto. Fumaba en pipa, hablaba mucho y usaba a menudo, también despreocupadamente, un lenguaje obsceno. De él, los demás ingleses de la colonia sabían que había bebido cerveza con Chesterton, jugado al futbol en Oxford con H. G. Wells y leído a Bernard Shaw, pero que, considerando un tanto anticuadas aquellas y otras cátedras del saber había roto amarras para vivir aventuras. Henderson seguía siendo miembro de sociedades fabianas. Su único punto de contacto con la gente frívola eran los ballets rusos. «Escribía toscos poemas —ironizaba Somerset— sobre prostitutas, perros, farolas o vicarías rurales. Se burlaba de ingleses, franceses, americanos, y defendía a los bengalíes y a los tamiles. En el club decían de él: es socialista».

Henderson obraba como tal. En Shanghai se negaba a utilizar los 'rickshaws', porque le ofendía que un hombre tirase del carro y prefería ir andando. A veces, sin embargo, tenía prisa y no le quedaba más remedio que usar uno.

Poco a poco, se fue acostumbrando. Tres años después, Somerset volvió a verle en Shanghai y recorrieron la ciudad en sendos rickshaws. Sus conductores sudaban copiosamente. Cuando ya llegaban al club, Henderson recordó que quería comprar el nuevo libro de Bertrand Russell que acababa de llegar a la colonia, por lo que ordenó a los infelices que se dieran la vuelta y siguieran tirando de sus rickshaws. «No se debe prestar atención a los chinos —se justificó Henderson—. Nos respetan únicamente porque nos temen. Somos la raza dominadora concluyó al tiempo que propinaba una patada en el trasero del chino, porque se había equivocado de calle».

Es de suponer que socialistas a tiempo parcial como Henderson ya no queden hoy en día… ¿O sí?