Justo unos días antes de empezar las fiestas del Pilar, huyendo de Zaragoza y de sus permisividades pandémicas, estaba yo en la avenida América (la única vía de salida de Torrero) esperando en la parada del 31 y del 42 a que llegara el bus que nos conecta con el oeste de la ciudad: la línea 42, con sus coches destartalados, desahuciados, ruidosos y sin amortiguación posible para salvar con un poco de dignidad los continuos baches del asfalto de esta vía principal, cuando paró el 31 que bajaba de Puerto Venecia. Me quedé perpleja y tuve que dar un paso atrás para no verme arrollada por las personas, comprimidas, que bajaban del bus casi a punto del colapso. El citado bus venía tan lleno que parecía a punto de explotar en sus laterales. Ni en La Habana del 92 los buses (La Guaga, la llaman allí) iban tan hacinados como este que les cuento.

Al abrir sus puertas las chicas jóvenes salían con sus bolsas de compras, apretadas y a punto de romperse, arrancándose las mascarilla para poder respirar por fin un poco de aire. Aquella imagen era como si dieran suelta a un rebaño de ganado metido a presión en un camión de transporte. Tras vomitar su carga humana en la parada de Avenida América, el 31 seguía su camino entre estertores de motor, cuerpos apretujados compartiendo sudores y transmisiones del virus. En un caldo de cultivo perfecto.

Era un viernes sobre las siete de la tarde. Pienso que la estupidez humana no tiene límites; tanto de los usuarios que se meten en semejante trampa sin pensar en los contagios (aunque lleven puesta la mascarilla) como en los responsables políticos que permiten estas aglomeraciones y cierran los ojos a la realidad. Hay puntos negros que se deben estudiar si queremos que esta pesadilla del covid-19 vaya desapareciendo de nuestras vidas, por muchas vacunas que llevemos puestas. Y no vale, a estas alturas de la película, que se apele a la responsabilidad colectiva de los ciudadanos.

Así que desde esta columna le ruego al alcalde Jorge Azcón que se interese por este punto negro y mande poner algo de orden en el caos que de vez en cuando sufre el transporte urbano. Reconozco que empezó bien, con mejoras, vehículos híbridos, geles, distancias obligadas y algo de vigilancia. Pero se han relajado mucho y da la impresión de que ya no existe el contagio entre los usuarios del bus (incluso del más elitista tranvía) y ya reina barra libre para todos. Me han dicho que es usted un político que sabe aceptar las críticas. Eso es una cualidad extraordinaria que le honra. Y si además adopta medidas, pues mucho mejor. Sabe que es una asignatura pendiente que nunca saca aprobado en las encuestas relativas a los problemas que más preocupan a los zaragozanos.

Ojalá que al término de los Pilares no tengamos que enfrentarnos a los temidos repuntes con tanta tradición mal entendida porque entonces pediremos responsabilidades a quienes se inclinaron por las fiestas populares en tiempos de pandemia. Con el débil argumento de que otros los hacen.