¿Qué es una mujer rural? Como concepto digo. En plano general a lo John Ford en 'The Searchers'. Si me responde minimalista eso de «la mujer que vive en el campo» se lo compro.

Le propongo un juego. Entre en cualquier base de imágenes gratuitas y haga una búsqueda a ver qué le sale al teclear este concepto. El algoritmo le nutrirá de bellas estampas de campesinas vietnamitas conduciendo bueyes, cholitas recolectando la hoja de coca en el Altiplano, inmaculadas granjeras de concurso de Miss Sunshine de Wisconsin, alguna escena de atardecer entre el trigo… Esta mezcla entre el estereotipo más estereotipado y la dictadura del postureo 'instagramer' es más efectiva que el Mañocao con leche en una guardería de Valdespartera. ¿Quién eres mujer rural? Ayer fue tu día. Eso seguro. A lo internacional. A lo loco. Felicidades. En el imaginario histórico te salta a la mente 'La vieja' de Labordeta, sentada frente al hogar. Señora de luto, tres capas de falda, mandil, ajada, manos quebradas, criadora de mozos que marchan al andamio de la ciudad. En la tele te saldrá su reverso: Emprendedoras modernas, nuevas pobladoras con ideas frescas, madres polivalentes, bravas en trabajos tradicionales de maromos… Ni una ni otra. Hay más. Todas. El campo no es ajeno a la necesaria transformación social que está resituando la definición de femenino y reivindicando una igualdad real. El enraizamiento de una actitud feminista crítica se enfrenta en el campo a barreras idénticas y otras incluso más obvias. Quebrar ciertos clichés en sociedades pequeñas donde lo de siempre es bueno es complejo sin obviar el efecto producido por muchas mujeres avanzadilla del cambio.

Estos muros son altos en el ámbito laboral, porque lo vendan como lo vendan, las salidas en este mundo suelen derivar en los cuidados sanitarios, ser cajera, dependienta, administrativa, camarera o cocinera o andar por el mundo social o educativo. Mujeres que manden hay menos.

Y luego ser madre. Criar. Compatibilizándolo con lo otro en mitad de una conciliación familiar que, más compartida, sigue siendo mayormente de ellas. Quizá con una red más cercana de acogida, pero con menos servicios que en la city.

Sume a ello menos colectivos de reivindicación. No es todo tan bonito como en esas colecciones de fotos mentirosas. Tampoco hay una mujer rural ideal. Hay muchas. Distintas. Y algunas muy jóvenes con ideas claras, de lucha, libertad y derechos. Una nueva ola que debe empaparnos a todos y que termine de romper mentes, estructuras y tópicos.