El cerebro es un perolo que tanto sirve para un guiso a fuego lento como para una cocción rápida de olla exprés. El equilibrio mental se basa en ajustar los ingredientes de la receta vital a la potencia del fuego social, utilizando para ello el recipiente más adecuado. Si el menú se ha elaborado con un comportamiento idóneo, tendremos una buena digestión de felicidad.

El problema es que solemos usar cazuelas diminutas para preparar comilonas y utilizamos enormes pucheros para degustar un entrante. Lo que provoca frustración, taponando la válvula que expande el vapor de la ebullición. Finalmente estallamos, echando a perder el ágape. Ni comemos, ni dejamos comer. Nos frustramos nosotros y nos enfadamos con los demás.

Rabia

Los enfados de quienes nos rodean nos provocan frustración que trasladamos, con ira, al resto. Y vuelta a empezar. La frustración se suele expresar en forma de rabia, contra los demás, que se convierte en un bumerán contra uno mismo. Por eso genera depresión, tras comprobar el fracaso inservible de expandir tanta bilis. Las consultas de psicología están llenas de 'resacosos' del odio. La única manera de vencer la frustración es centrarse en las soluciones. Eso permite valorar y optar por caminos alternativos. O saber, al menos, si existe la respuesta que buscamos.

La naturaleza humana es líquida. Pero tanto la presión social del entorno, como la que proviene de la frustración interior, nos hace gaseosos. El problema llega cuando nos convertimos en fétidos de tanto rencor acumulado. Algo que afecta a diversas disciplinas, edades y niveles sociales. Cada una con sus propias manifestaciones. Pero el hedor es similar.

En el fútbol se ha normalizado el insulto como parte del deporte y la animación. Se está generalizando esa excepción a la vida pública e institucional.

Soflamas

En el Congreso, cada vez hay menos discursos y más soflamas contra el gobierno y sus apoyos. En la calle, el desfile militar del 12 de octubre ya es un deporte de riesgo. La cabra de la legión desfiló educada y digna ella, pero sus padres lanzaron todo tipo de improperios a Sánchez. Prefieren los desfiles de la victoria de la 'Expaña' de antes. Si un partido de fútbol se puede suspender por los insultos a jugadores y cuerpo arbitral, ¿por qué no se va a detener un acto institucional que nos representa a todos? Menos mal que los aviones pusieron una nota de color a tan regio acto.

La frustración de no aceptar los resultados electorales solo se gestiona con democracia. Pero cuidado, un elector frustrado es un proyecto de abstencionista. Y hay mucho tiempo de resaca hasta las próximas elecciones para deprimirse esperando que lleguen los míos.

El voto Casado sería un voto cansado. Si, además, los números anuncian una gran recuperación económica en los dos próximos años, existe el riesgo de una tendencia al suicidio electoral del voto conservador. En Madrid, la oposición está confusa. El previsible acuerdo entre el gobierno y el PP para renovar parte de los órganos constitucionales, suscita celos naranjas y resucita la confrontación con Abascal. Demasiado «vendepatrias» que echarse a la 'Voxca'.

Incontinencia juerguista

Las celebraciones de lo que fueron antes nuestras fiestas, ahora denominados 'pilarex', han suscitado frustraciones de una incontinencia juerguista mal entendida. Las peleas, cargas policiales y detenidos, no son consecuencia de la reminiscencia de un botellón normalizado. Estamos, más bien, ante la utilización delictiva, por unos pocos, de la frustración genérica de muchos. Con una ofrenda semiclandestina, espacios vacíos por una nefasta gestión y el ninguneo a las peñas festivas, que nacen de los barrios aunque se luzcan en el centro, hemos asistido a una 'festus interruptus'. Jorge Azcón y Sara Fernández, han impuesto la penitencia antes del pecado, sin dejarnos gozar ya que no íbamos a procrear. Han pedido al arzobispo de Zaragoza que se sume a su colega toledano y purifique, también, la capital maña tras tanto desmadre no festivo. El día del Pilar actuaban, al mismo tiempo, Leo Bassi y Bad Gyal. El primero hacía de Mussolini y aporreaba al fascismo. Mientras, la catalana perreaba: «tú eres una mierda, no vales na y eso todos lo saben» de su canción Zorra. Mensajes similares para públicos muy diferentes.

Sin duda, la conjunción maléfica no fue una casualidad. La concentración de ácido satánico superó el nivel de tolerancia del tridente municipal. Aunque para diabólico, el Real Zaragoza. Sigue con su 'Jimcana' particular recordando sus 'golex'.