En una ocasión el director de orquesta Riccardo Muti, vino a decir que una de las principales funciones del arte era llenar el ánimo a los seres humanos. En la representación de la ópera 'Nabucco' que realizó en 2011 en el Teatro de la Ópera de Roma, se dirigió al público para dar a conocer y denunciar los tremendos recortes presupuestarios que el gobierno de Berlusconi estaba realizando en materia de promoción de las artes; cuando terminó su breve discurso, Muti invitó al público a participar en un encore de 'Va, pensiero' y aquello fue una explosión llena de emociones, ¡sublime! orquesta, coro y público, esto es lo que puede llegar a transmitir el arte. En nuestro Auditorio también hemos llegado a sentir sensaciones extraordinarias cuando escuchábamos aquellas obras tan magníficas dirigidas por Zubin Mehta o por el ya finado Claudio Abbado. ¡Dónde están aquellos grandes conciertos de otoño! con orquestas como la Sinfónica Alemana de Berlín, o la London Philharmonic. Al salir del Auditorio, después de haber presenciado uno de estos conciertos, las calles de Zaragoza se ven con prosaico distanciamiento, pero con la percepción de que el arte puede ocupar los vacíos existenciales.

Que una sociedad se interese por las múltiples expresiones que tiene la cultura, es entrar en una dimensión de progreso, si esto no se entiende y desde los gobiernos tampoco, mejorar la calidad de vida será una quimera. Las artes, desde tiempos inmemoriales, han sido una herramienta para estimular el desarrollo intelectual y emocional, un lenguaje universal donde conectarse con el mundo. Siendo así, nos encontramos perdidos, incapaces de seducir a la población en el consumo cultural y, ante eso, lo que vemos son parches que se parecen a una especie de pantomima advenediza reproduciendo lo que otros han hecho con fines populistas y espurios. Realmente lo que se vislumbra en los socios del gobierno de Sánchez es el vacío de una inexistente intelectualidad ideológica social, convirtiéndose en autómatas de falsos dilemas.

En 2015 Italia ya anunció que regalaría un «bono de cultura» de 500 € a los jóvenes que cumplieran 18 años. Ahora, a través de Unidas Podemos, el presidente del Gobierno propone lo mismo pero con 400 €. La realidad es que hay un porcentaje bastante alto en nuestra población que se encuentra excluido de la participación cultural, ni le interesa, ni la siente, y me refiero a jóvenes y mayores. Esto es debido a que no existe, ni ha existido un Plan Nacional de Educación Artística integrado en el sistema formal de educación. Crear el hábito de consumo cultural no se consigue dando una propina, gastar en cultura es invertir en programas de desarrollo para hacerla visible. Facilitar el acceso a los espacios culturales como sería la entrada gratuita a todos los museos, dar cobertura abierta y prioritaria a los creadores aunque no sean afines a las tendencias políticas, abrir ventanas a la publicidad en los grandes medios de comunicación, emitiendo una programación de calidad cultural en horarios admisibles para los espectadores. Se trata de quitar barreras para alcanzar el goce, la contemplación y el conocimiento de la obra artística, y conseguir hablar de nuestra cultura, entenderla evitando la manipulación histórica que padecemos. Si no se franquean estas barreras seguirá habiendo artificio y analfabetismo funcional.