Visito Épila acompañando a Carmen Santos en la presentación de su nueva novela, Flor de arrabal. Que trata del ascenso a la gloria de la copla y del cuplé de una modestísima muchacha del Arrabal zaragozano, cuyas peripecias recordarán a los lectores las de Raquel Meller, La Fornarina y otras divas de la canción española de principios del siglo XX. Período, por cierto (como el último tercio del XIX), poco tratado en nuestras letras, a excepción de las magníficas estampas de Sender en Crónica del alba o de una muy notable novela de Ángeles de Irisarri, Romance de ciego. Casualmente, mientras viajo en coche oyendo la sintonía clásica de Radio Nacional, dedican un programa a La Fornarina. Su atiplada voz, grabada en 1921, se abre paso en el túnel del tiempo mientras mis atónitos ojos se detienen, casi como el propio coche, frente a una arquitectura futurista, las formidables naves de BonÁrea, en las afueras de Épila.

Se trata de unas gigantescas estructuras en construcción, de las que ya podemos ver, como inmensos y blancos esqueletos, las enormes vigas que sostendrán las cubiertas para albergar los más de cien mil metros cuadrados que la empresa ha proyectado para albergar sus mataderos, frigoríficos, naves de distribución o proceso industrial sobre la producción agroalimentaria que ya vienen elaborando con gran éxito y demanda.

El teniente de alcalde de Épila, Adolfo Díez, con quien comento las expectativas económicas y laborales, el impacto de esta operación en todo el término municipal, en sus poblaciones vecinas, comarca entera, incluso en la propia y cercana Zaragoza, muestra un nada contenido entusiasmo. La contratación, que seguramente se hará efectiva a finales del año próximo, cuando entren en funcionamiento las nuevas instalaciones, podría ascender a 4.000 puestos, mas el empleo indirecto que suelen generar estos polos de actividad. De hecho, de la propia y descomunal obra en construcción, con un inmenso subterráneo ya excavado, se están beneficiando muchas empresas de la zona.

La llegada de BonÀrea a Épila va a suponer una ocasión única para, además de conservar y difundir su rico patrimonio (el palacio del Conde de Aranda, la iglesia de Santa María…) apuntalar su economía y su futuro con la seguridad que puede dar el empleo estable.