¿Cómo calificar las osadas palabras de Otegi? A priori, y al margen de ideologías políticas: poco inteligentes. Pues, quien pretende algo, no cacarea públicamente su propósito, sino que se limita a trazar una hoja de ruta y a seguir escrupulosamente la estrategia diseñada para alcanzar el objetivo. «Esos 200 presos tienen que salir de la cárcel. Si para eso hay que votar los Presupuestos, los votaremos». Tremenda fanfarronada, bilbainada total (pero no, el susodicho no es de mi tierra sino de la de al lado), especialmente si tenemos en cuenta que horas antes había reconocido que «sentía enormemente el sufrimiento de las víctimas de ETA» y que eso «nunca debió ocurrir». Todo un triunfo que la izquierda abertzale haya dado un pasito adelante y en positivo al renegar de ETA, pero todavía queda mucho por andar. Para empezar, mejorar las dotes y la estrategia comunicativa y dejar a un lado la altanería y la prepotencia. Para seguir, dejar de prestar atención a necedades, y de generar a partir de ellas un caduco, cansino y enconado debate político, que de ninguna manera contribuye a la mejora de la convivencia pacífica en democracia, a la cicatrización de heridas, al cierre definitivo de una historia de terror que durante más de 40 años azotó la realidad de este país. De ahí, que dotar de entidad a las más que desafortunadas palabras del coordinador de EH Bildu, que si por algo se caracteriza es por su falta de talento, no tiene ningún sentido. Sabio dicho aquel que decía que «no hay mejor desprecio, que no hacer aprecio» o aquel otro que le seguía, «a palabras necias, oídos sordos». Son tiempos para trabajar en el perdón, avanzar en la reconciliación y secundar la paz y el estado democrático, dejando a un lado las Otegi-nadas.