Las páginas de la vida no se pasan, más bien nos traspasan. Sentimos obsesión por superar el pasado menos satisfactorio mientras buscamos, con ansia, un futuro hipotético. Leemos el presente de nuestro discurrir humano, pero estamos más pendientes de la página siguiente que de digerir la hoja pasada. Por eso no recordemos pasajes de una lectura reciente. No se trata de leer como si estudiáramos, ni de estudiar como si leyéramos. Necesitamos, sencillamente, comprender. Amagamos con fortalecer nuestra personalidad pasando la página de un pesado pasado. ¿Será que el liviano se queda para siempre? Nos tomamos la vida como si al nacer nos hicieran un contrato de personal fijo discontinuo. De este modo, todo son altibajos vitales que nos obligan a superar etapas. Es agotador.

Lo cierto es que somos unos temporales en permanente proceso de estabilización. Muchos trastornos del comportamiento vienen de una mala cimentación personal. Confiamos más en el terreno sobre el que vivimos, que en la personalidad que asentamos en la realidad. Nos da seguridad lo que no controlamos y recelamos de nosotros mismos. El mundo bien y nosotros al revés.

La manía por pasar página refleja nuestra debilidad para analizar el pasado, afrontar el presente y planificar el futuro. El deseo por dejar atrás lo sufrido, arrancar páginas oscuras de lo acaecido o tirar libros enteros de nuestra vida, implica un esfuerzo tan voluntarista como baldío. Solo podemos convivir a gusto con lo que aceptamos, no con lo que ocultamos o tememos.

Hay quienes buscan pasar la página de una mala experiencia, yendo a una consulta de psicología para que les taponen sus recuerdos y recarguemos su batería mental. Pero los psicólogos no disponemos de un «neutralizador», como los protagonistas de Men in black (1997), para borrar memoria. Tenemos algo mejor. La capacidad de ayudar, profesionalmente, a una persona para que asuma las páginas de su vida y disfrute, tranquilamente, con la posada lectura de cada día.

Esta semana vimos pasar varias páginas de la actualidad del pasado. No sabemos si asistimos a una paradoja del presente o a un regreso al futuro. Otegi asumió la innecesaria crueldad del terrorismo que tanto sufrimiento ha provocado. Esas palabras son una condición necesaria, aunque no suficiente, para seguir leyendo juntos en paz. Se trata del mejor anuncio al respecto, tras el cese definitivo de la violencia terrorista que anunció ETA hace ahora diez años.

Parece que al PP le sientan muy mal las buenas noticias. Hay algo peor que intentar pasar página escondiendo la cabeza bajo las próximas líneas. Y es el hecho de situar las hojas del pasado en lugar de las del futuro, para evitar comprender y disfrutar el presente. Europa nos sigue dando alegrías. La izquierda gobernará Alemania y, tras sus comicios municipales, las principales capitales italianas. Desde Milán hasta Nápoles, pasando por Roma.

En el Congreso del PSOE vimos juntos a todos los tomos y lomos de la historia reciente del partido, encuadernando las páginas de la organización. Unos querían pasar página y otros, un cursillo de «lectura rápida». Sánchez ha fortalecido su club de lectura restaurando hojas del pasado emborronadas contra él, que ahora se han vuelto impolutas con él. La integración de tanto desorden, con el cuadernillo de la izquierda que había tejido ganando las primarias con el apoyo de la militancia, es toda una declaración de principios. En el cierre se escuchaba el himno socialista con alguna estrofa diferente: «agrupémonos todos en la lectura final, y se alzan los pueblos por la Internacional».

Ahora falta por conocer si Lambán devolverá la integración en Aragón, siguiendo la estela de Sánchez, o tapará de nuevo las hojas que apoyaron aquí al actual presidente. Se dijo tras aquella confrontación que no había ni vencedores ni vencidos. Pero los hubo. ¿Se equivocará de nuevo Don Javier o ha venido de Valencia contagiado del virus de la unidad? Ha situado en Madrid a Maite Pérez. Mientras, Pilar Alegría, que ha sabido adaptarse a nuevas tendencias lectoras, comparte mesa junto al altísimo en Ferraz.

Más revueltos están los aragonesistas de Aliaga. Veremos un PAR de lecturas, a grito pelado, en su próxima cita congresual. El cónclave ha sido diseñado por uno de nuestros artistas más afamados, el turolense Arturo Elena. A los jugadores del Real Zaragoza ya les llaman, con sorna, los X-Men. Siguen «empatanados». Háganme caso, en lugar de pasar página, les recomiendo posar página.