De 2020 es el libro de Michael Sandel La tiranía del mérito. ¿Qué fue del bien común? En él hace un análisis profundo y crítico sobre el auge del concepto de la meritocracia, la idea de que cada cual pueda llegar tan lejos como su talento y esfuerzo le permitan.

Resulta extraño estar contra la meritocracia, ya que su contrario es la aristocracia. Mas, lo que explica Sandel es que hoy lo opuesto a la meritocracia es la democracia y el bien común. El mérito tiene su valor. Asignar importantes roles sociales a personas calificadas por sus dotes y su esfuerzo es positivo. Tras una operación de cirugía hay un médico calificado. Y esa titulación requiere unas dotes y un esfuerzo. Entonces, el mérito no es cuestionable.

No obstante, la meritocracia desarrollada últimamente en sociedades impulsadas por el mercado, tiene un lado oscuro, ya que las actitudes que alienta, esto es, una sociedad de ganadores y perdedores es corrosiva para el bien común. Ese es el argumento de su libro. Y muestra cómo, la globalización impulsada por el mercado ha profundizado la división entre ganadores y perdedores en nuestra sociedad, ha envenenado nuestra política, y nos ha separado. En parte por las desigualdades, pero también por las actitudes hacia el éxito que esta idea promueve: los triunfadores creen que su éxito es solo obra de sí mismos, que es la medida de su mérito. Y los que se han quedado atrás, es culpa de ellos. Esto es «la tiranía del mérito».

La meritocracia produce arrogancia en los ganadores –es la «arrogancia meritocrática»– y humillación en los que quedan atrás. Porque en la base de la idea meritocrática está la creencia de que, si las oportunidades son iguales, los ganadores merecen lo que han ganado, que es solo suyo el mérito. Pero no es así. Las oportunidades no son iguales en nuestras sociedades: los ganadores en su gran mayoría parten con ventajas. Además, olvidan la suerte en su propio éxito y su deuda hacia sus padres, profesores, comunidades. En cualquier biografía profesional, un acontecimiento casual ha tenido una gran repercusión. La pareja elegida, una amistad del colegio, u otras circunstancias, han tenido una gran incidencia en nuestras vidas. Además, hay otros factores, que inciden en el éxito individual y que son arbitrarios y contingentes, como el poseer las habilidades que la sociedad demanda en un momento determinado. Messi no hubiera tenido el éxito hace 200 años. Entonces hay tres ingredientes (además de la suerte) contingentes y arbitrarios en el éxito: crianza, talento y lo que la sociedad quiere, premia y recompensa en el momento.

Sandel plantea que el gran error de los partidos de centroizquierda (socialdemócratas) ha sido el haber asumido esta idea de la meritocracia, abandonando la representación de las clases trabajadoras, y sintonizando más con los valores e intereses de las clases profesionales, educadas en universidades, con buenas credenciales. Y eso dejó a muchos votantes de clase trabajadora abiertos a los atractivos de figuras populistas como Trump. Como respuesta a las desigualdades ofrecieron la movilidad social individual a través de la educación superior. Aquí es donde el proyecto político meritocrático se conecta con la adopción acrítica de la fe en el mercado. Dijeron: «si quieres competir y ganar en la economía mundial, debes tener un grado universitario. Lo que ganarás dependerá de lo que aprendas. Puedes lograrlo si te esfuerzas». Esto es la «retórica del ascenso» de los partidos socialdemócratas como respuesta a la desigualdad. No vieron el insulto implícito de este énfasis en la educación universitaria, porque la mayoría de las personas no tiene un grado académico superior; en Estados Unidos, dos tercios no lo tienen. Y el insulto es este: si no fuiste a la universidad, y estás siempre luchando en la nueva economía, tu fracaso es tu culpa.

Esta situación produjo «ira contra las élites en todo el mundo» y «amenaza a las democracias». Las figuras populistas canalizan el resentimiento y la humillación, sin ofrecer políticas contra el desamparo de los trabajadores. Trump hizo rebajas de impuestos a los más ricos. Por ello, los partidos socialdemócratas deben redefinir sus políticas, como es pasar de la «retórica del ascenso» hacia un proyecto enfocado en la dignidad del trabajo y reconocer que el trabajo no es solo un modo de ganarse la vida, sino también una manera de contribuir al bien común, y obtener reconocimiento, respeto, estima social por su trabajo. Y eso es lo que se ha perdido del proyecto político socialdemócrata, que se ha enfocado solo en el aspecto distributivo que, es importante y necesario, pero no suficiente. Porque la gente necesita sentir que sus contribuciones por su trabajo son valoradas. Así se sostiene la comunidad unida, es lo que provee a las personas un sentido de dignidad y orgullo, como miembros, ciudadanos de una comunidad política. En cuanto a la dignidad del trabajo defiende, en vez de un sueldo mínimo, un sueldo de vida; más protección para los sindicatos, no solo para que los trabajadores puedan negociar mejores condiciones, sino también para darles más voz en la vida cívica y política; y cuestionar la suposición de que el dinero que la gente gana es la medida de su contribución al bien común. Los trabajadores esenciales durante la pandemia contribuyeron mucho más al bien común que los especuladores financieros.