El municipio de Fabara, de 1.100 habitantes aproximadamente, situado en el extremo oriental de la provincia de Zaragoza, a orillas del río Matarraña, no quiso doblegarse a las intenciones del Gobierno de Aragón de ejercer el control absoluto de la ordenación territorial, ninguneando a los ayuntamientos de las pequeñas poblaciones, imponiendo sus criterios centralistas en temas que atañen a las necesidades reales de los pueblos y oponiéndose a las iniciativas municipales.

Fabara se rebeló contra la imposición de pagar una depuradora industrial con un coste de 2,5 millones y un mantenimiento anual de 180 mil euros. Desde su ayuntamiento contactaron con la Universidad de Madrid para solicitar un proyecto de Depuradora Extensiva (Ecológica) que cumpliera con la Normativa Europea y hacer que prevaleciera su derecho constitucional, como ente municipal, a gestionar la limpieza de sus aguas residuales.

En 2003 este proyecto se ejecutó con la supervisión de dicha Universidad y se obtuvo un rendimiento depurativo de más del 80%, frente al 50 o 60% que contemplan las depuradoras industriales impuestas desde el Gobierno de Aragón, de gestión industrial privada.

Esos políticos de altos vuelos y jefecillos institucionales, que a veces son además protagonistas de una dudosa gestión, se llenan la boca hablando de ecología y acto seguido contravienen cualquier razonamiento lógico y factible avalado por científicos de alto prestigio, ajenos a sus despachos de dorado sillón. No importa el color político de quien gobierne en Aragón: todos rinden pleitesía al Capital, su único y allegado señor.

Ya se han olvidado del «alma» que movió la Expo-Zaragoza 2008. Parece ser que de aquello, en sus mentes, solo prevalece la foto, el folklore y la entrañable bendición. Entre los debates que se organizaron en torno al evento, hubo un monográfico dedicado a la Depuradora de Fabara, que fue puesto como ejemplo de buena gestión y una solución factible y económica para todos los pueblos de menos de cinco mil habitantes.

Numerosas publicaciones ecologistas de todo el mundo calificaron de positiva esta experiencia. Sin embargo los mandatarios aragoneses, prefieren optar por la industrialización privada, donde los intereses económicos se anteponen a los ecológicos.

Tanto el Instituto Aragonés del Agua como el gobierno autonómico no han cesado de hostigar al municipio rebelde, que tuvo la osadía de contravenir las órdenes de tan distinguidas mentes capitalinas. ¡Que se han creído esos pueblerinos!

El ordeno y mando no funcionó con Fabara.