Opinión | El triángulo

Aprendiendo a medias

Dice el refrán que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. En Europa sí conocíamos la dependencia de Asia de ciertos materiales. Ahora, con la escasez de componentes, nos lo están grabando a fuego.

Tantas veces hemos oído y hablado de la conveniencia de tener aquí fábricas de esto o aquello, de desarrollar una industria fuerte de tal o cual cosa, que parecía que habíamos tomado nota de anteriores crisis. Hipotéticamente salimos aprendidos. E interiorizando la necesidad de cambio. Conscientes de que poner todos los huevos en la misma cesta nunca era ni es recomendable. Pero no. Bienvenidos a la globalización y a la política del precio más bajo ¿no?

La pandemia obligó a cerrar el país. El mundo. China incluida. Detuvo su producción nacional, incluida la de microchips. Un vehículo moderno puede llevar más de 100 componentes electrónicos y entre 20 y 40 microcontroladores. Representan el 35% del coste del vehículo. Hacen funcionar el motor, la dirección asistida, la cerradura de las puertas. Hasta el 60% de estas piezas llegan a nuestro continente desde China y Taiwán. Ya se pueden hacer una idea de lo que supone la falta de estas piezas.

En cuanto estos países han registrado una incidencia en la producción, las factorías de automóviles se han congelado. Y ha comenzado el efecto dominó. Han parado la cadena de suministro. Han firmado ertes y eres con sus plantillas, suspendido turnos, reajustado líneas. Y a partir de ahí, en cada familia, una situación distinta pero con algo en común. Menos dinero a final de mes y más agujeros en el cinturón. Por lo que pueda pasar. Una vez más, incertidumbre.

Las perspectivas no son buenas. Según la Asociación Europea de Componentes de Automóviles (Clepa), esta situación puede prolongarse hasta bien entrado 2022. En España y en Aragón conocemos bien los síntomas de cuando algo no va bien en el sector de la automoción. Ya saben aquello de si Opel estornuda, Aragón se resfría. Y no son solo los problemas dentro de Figueruelas sino en todo lo que le rodea. El terremoto en la industria auxiliar puede ser también de varios grados en la escala Richter.

Tampoco el contexto económico es esperanzador. El precio de los contenedores para traer y llevar mercancías se ha disparado. La gasolina está por las nubes. La electricidad, en cifras históricas. Y las previsiones de crecimiento, a la baja según pasan los meses.

Es una pena que volvamos a tener el corazón de nuevo en un puño. De nuevo. Como siempre. A ver qué sucede. A ver si se arregla. Si cambia el color del futuro y en vez de negro se torna, por lo menos, azul oscuro. ¿Qué se juegan a que salimos de esta pensando que hemos aprendido algo?

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