Durante los últimas semanas venimos leyendo constantemente noticias publicadas en los diferentes medios de comunicación alertando de la falta de mano de obra. En el caso de Aragón, y no muy diferente al resto de España con la salvedad aparente de la hostelería, ponían el foco en sectores tales como el transporte, la construcción y la tecnología. 500 camioneros, 10.000 trabajadores para la vivienda y la obra pública (caldereros, electromecánicos, soldadores, fresadores, etc.) y 2.000 ingenieros e informáticos. 12.500 perfiles. Y se contraponía dicha información con la existencia de 66.736 parados. En este caso, y aunque nos pueda resultar extraño, sorprendente e incluso aterrador, no se realizaban grandilocuentes apelaciones al emprendimiento.

Ahondando en el dato, desde el clúster Tecnara se reclaman esos 2.000 profesionales, cuando en la actualidad emplea a 7.000; casi un 30% más de los existentes, cuando cada año la formación profesional y la Universidad son capaces de generar aproximadamente unos 400 perfiles. Las matemáticas pueden ser testarudas…

Colonialismo energético

Y ahora conjuguemos dicha circunstancia con el poco, reducido e injusto eco que ha tenido y tiene la manifestación celebrada en Madrid estos días previos en contra de lo que algunos denominan, con gran acierto a mi entender, el colonialismo energético. Tras la misma aquí van dos manifestaciones vertidas desde el Gobierno central: 1) se es consciente de que incluso las tecnologías más limpias y sostenibles tienen impactos visuales, acústicos y espaciales y requieren de infraestructuras para llevar la energía desde donde se produce hasta donde se consume y 2) no podemos prescindir totalmente de los beneficios y eficiencias de los proyectos de mayor escala, que permiten aprovechar el recurso renovable donde es más abundante.

Gregor

Y debemos seguir diciendo que así no. Que no podemos aceptarlo. Que, como venimos reclamando desde décadas, el recurso debe utilizarse y explotarse, preferente y primordialmente, en el territorio donde se genera. Y repercutir en mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, pero también en la de sus hijos y descendientes, con visión de presente pero también con perspectiva de futuro. También cómo no de aquellos otros que, en este caso, realicen el camino inverso al efectuado, consecuencia de décadas de abandono, por nuestros antepasados al encontrar en nuestro territorio el lugar en el que desarrollar su proyecto vital. Y que solo cuando existe el excedente, no susceptible de mayor aprovechamiento, y tras la generación de las inversiones y empleo de calidad que permita el mantenimiento de nuestros jóvenes mejor formados y el retorno de los que salieron, el mismo pueda ser llevado a otros lugares para su consumo. Pero no al revés. No otra vez.

'Campeones' de la energía renovable

Al respecto, ¿qué oportunidades laborales de calidad se están fomentando por parte de los diferentes actores públicos en nuestro territorio? ¿Seremos capaces de utilizar las cabeceras de comarca como elemento capaz de asentar población y sobre el que contribuir a construir esa efectiva redistribución de la población que pivote, ahora sí, sobre ese empleo de calidad? Seamos valientes e innovadores como sociedad y no aceptemos tan siquiera de facto, por la cruda realidad de los hechos y como desde décadas se viene imponiendo, el término «provincias»; tampoco, lamentablemente, cuando tratemos de vertebrar Aragón mediante la implantación de esas oportunidades profesionales de calidad.

Como 'campeones' de la energía renovable, ¿estamos obteniendo como territorio y sociedad el retorno económico y social mínimamente exigible? ¿O por el contrario nos estamos conformando con una ínfima parte de lo que correspondería, en términos no solo de presente sino también de futuro? ¿Y cómo lo estamos conjugando en materia de vivienda y resto de servicios complementarios (sanitarios, culturales, educativos, de ocio, etc.), necesarios y sin duda imprescindibles sin los cuales resulta imposible fijar población?

Falta mano de obra sí… pero tanta o más falta nos hace oportunidades laborales de calidad que impulsen la verdadera vertebración del territorio. Y tenemos los mejores mimbres para ello.