Opinión | Editorial
Un diálogo social responsable
Las cifras de empleo del mes de octubre dadas a conocer ayer presentaron una buena noticia: hay 159.000 ocupados más en España. Sin embargo, la alta temporalidad, que puede llevar a situaciones en que trabajadores encadenen un contrato temporal tras otro, es uno de los lastres del mercado de trabajo español. Precisamente, rebajar la temporalidad es uno de los puntos que actualmente está sobre la mesa de negociación de la reforma laboral. Superada la última batalla política interna entre PSOE y Unidas Podemos, es el momento de centrarse en los detalles. Y no queda mucho tiempo. Mientras los socios de Gobierno discutían sobre quién pilotaba la negociación –en un pulso entre las vicepresidentas Yolanda Díaz (Trabajo) y Nadia Calviño (Economía), que se ha saldado con la entrada de los ministros socialistas en el diálogo–, o sobre si es más preciso llamarlo «derogación» o «modernización», el reloj iba corriendo. Y ahora quedan menos de dos meses para presentar ante Bruselas resultados, en forma de un real decreto ley, que luego deberá aprobarse en el Congreso. De forma paralela, el Gobierno también debe presentar –antes del próximo 15 de noviembre– un mecanismo para garantizar el sistema de pensiones que sustituya al factor de sostenibilidad del PP. José Luis Escrivá, ministro de la Seguridad Social, ya ha planteado una fórmula basada en incrementar las cotizaciones. No le queda mucho margen al Ejecutivo, obligado a sacar adelante ambas reformas (laboral y pensiones) si quiere recibir los fondos europeos.
En materia laboral, parece razonable modificar algunas medidas introducidas en 2012 que, según los sindicatos, han aumentado la precariedad y desequilibrado la negociación colectiva. Por ejemplo, que se mejoren las condiciones de los trabajadores subcontratados, además de limitar la temporalidad. Ahora que tanto se habla de mejorar el sistema productivo, estas medidas ayudarían a pasar de las palabras a los hechos. No están sobre la mesa otras cuestiones (como el abaratamiento del despido que supuso la reforma del PP o que ya no sea necesaria la autorización administrativa para iniciar un expediente de regulación de empleo), por lo que se soslayan los aspectos que dificultarían más el acuerdo. Pedro Sánchez ha expresado su deseo de que se sumen todos los agentes sociales, sin embargo, la patronal es más partidaria del no que del sí. Los empresarios ya se descolgaron del acuerdo de subida del salario mínimo, y el consenso en este caso tampoco es imprescindible, pero si hay diálogo social es mucho más fácil implementar los cambios, y Europa también lo vería con mejores ojos. Tampoco será fácil conseguir los acuerdos parlamentarios, ya que los socios de legislatura exigen volver a la indemnización de 45 días (actualmente, 33), lo que no está previsto. Se impone la negociación, que no es otra cosa que evitar enrocarse y ser capaces de que todas las partes acepten concesiones.
Menos dificultosa se presenta la negociación sobre las pensiones. Escrivá plantea mejorar la sostenibilidad del sistema subiendo los ingresos (aumentando 0,5 puntos las cotizaciones, unos 5 euros por un sueldo de 1.000 euros), en lugar de recortar gastos (rebajar la cuantía de las pensiones, siempre impopular). La propuesta despierta recelos, por motivos distintos, entre UP y la patronal. Sin embargo, el déficit actual del sistema obliga a tomar decisiones ahora, y la opción menos lesiva para todos debería ser capaz de aglutinar los apoyos mayoritarios.
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