Opinión

El miedo como estrategia política

Es preocupante cómo determinados líderes usan falsedades para transmitir temor a la población

«No sabemos qué mundo van a heredar nuestros hijos, pero ya no podemos seguir engañándonos con la suposición de que se parecerá al nuestro», decía Tony Judt en 'Algo va mal' en el año 2010. Entre esa fecha y la actualidad, una crisis económica brutal y una pandemia inagotable han acentuado todavía más los temores del historiador británico.

Es que cada año que pasa nos sentimos más inseguros. Estamos en una era en la que nos azota el temor a la inseguridad del terrorismo, el temor al paro, el temor a las enfermedades, a la violencia, a la pobreza, a las nuevas culturas que nos rodean, a la inmigración, a los descontrolados fenómenos meteorológicos, al cambio climático y sus efectos… Es el miedo a la sensación de haber perdido la dirección de nuestras vidas, es la desconfianza ante la desorientación de nuestros referentes políticos y sociales, y es la percepción de que poderes desconocidos nos condicionan y determinan nuestro futuro.

Herramienta política

Y es así como el miedo se convierte en una efectiva herramienta política, en un ingrediente activo de la vida política en las democracias occidentales. Tanto en EEUU como en Europa el uso político del miedo, camuflado en muchas ocasiones detrás del pánico ante los cambios culturales o la inmigración, forma parte de las estrategias de partidos y gobiernos, con notables éxitos electorales.

Para la mayoría de la gente la legitimidad y credibilidad de un sistema político descansa sobre el orden y la predecibilidad, conceptos ambos de enorme complejidad en un mundo sometido a constantes cambios, tanto en el ámbito político como en el económico y social. No es de extrañar la ola de halagos y parabienes subliminales de algunos sectores sociales y medios de comunicación hacia China. Mientras nosotros nos enfrascábamos en debates, tacticismos y broncas permanentes en el Parlamento sobre las medidas contra el covid, ellos daban por terminada la pandemia. «Si podemos tener democracia, la tendremos. Pero, sobre todo, queremos seguridad», parece que decían.

Bañera 4 de noviembre

Bañera 4 de noviembre / Gregor

Es preocupante como determinados líderes políticos y partidos usan falsedades para transmitir miedo a la población. Las declaraciones de Pablo Casado sobre la quiebra y el futuro rescate de la economía española, son un ejemplo. Se podrían dar infinitos datos e informes económicos para contradecirle: el PIB crece a un 4%, los afiliados a la SS están como antes de la pandemia, la tasa de paro en el 14%, la demanda de crédito se normaliza, la prima de riesgo está en 63 puntos frente a los 102 de Italia, 123 en Reino Unido, o 171 en EEUU. Pero me quedo con la opinión de la presidente de Bankinter. «España no está en riesgo de quiebra y no es bueno para nuestro país hacer estas afirmaciones».

Claro que las declaraciones de las derechas del Ayuntamiento de Madrid no se quedan cortas, valorando el proyecto de ley de vivienda aprobado en el Consejo de Ministros de esta semana de la siguiente manera: «Está sacado del manifiesto comunista, es una expropiación de vivienda al más puro estilo chavista». Vamos, que según ellos, los que tengan alguna vivienda en alquiler se pueden quedar sin ella. Dicho así por quienes representan una institución como el ayuntamiento de la capital de España es para entrar en pánico.

Calentón

Presentar a los «menas» (menores no acompañados) como violentos delincuentes, violadores y asaltantes de ancianitas indefensas, a las mujeres agredidas o asesinadas por violencia de género como casos de reyertas domésticas, a las feministas como brujas, a los inmigrantes como un peligro para la civilización y un problema para la patria, no son expresiones esporádicas, fruto de un calentón en el debate. Se repiten constantemente en el Parlamento, y lo hacen con amenazas, culpabilizando a las instituciones que más quieren dañar y por supuesto al Gobierno.

Claro que, los mismos que hacen eso por la mañana y son aplaudidos en twiter y las redes sociales, cínicamente tienen el servicio doméstico y la atención a los mayores cubierto por una persona de origen extranjero. Y es que para la explotación no importa el color, la religión o la nacionalidad del explotado/a.

«El miedo es el mayor enemigo de la libertad» decía Erich Fromm. Pues eso.

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