Opinión | Sala de máquinas

Ciudad Luz

La gloriosa historia de París, la Ciudad Luz, se cubrió de sombras con la nube del nazismo. La invasión de los alemanes y la conquista de la capital francesa fue la señal definitiva de que Hitler iba muy en serio. Aquella foto del 'Führer' delante de la Torre Eiffel cortó la respiración al mundo civilizado en un momento en que los Estados Unidos no habían entrado en guerra y Europa parecía perdida.

El más que interesante ensayo titulado 'La rive gauche' de Agnès Poirier (Paidós) trata, como su subtítulo reza, de 'Arte, pasión y el renacer de París 1940-1950)'. Diez años en los que la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias condicionaron el modo de vida de los europeos, influyendo, trastornando, inspirando o condenando a gran número de artistas, todos aquellos que intentaron abrirse en París un hueco en las artes desafiando al destino.

Los capítulos de 'La rive gauche' arrancan de la invasión de los nazis, y de cómo, de un día para otro, los estudios de los pintores, las redacciones de los periódicos, y los bohemios cafés parisinos fueron invadidos por el miedo.

Muchos huyeron. Otros, como Picasso, permanecieron en París alimentándose en las 'colas del hambre'. Otros —Dalí, por ejemplo—, se refugiaron en el sur de Francia mientas fue posible. Otros muchos, como Sartre, fueron detenidos y en algunos casos trasladados a campos de concentración. Arthur Koestler tuvo que alistarse en la Legión Extranjera. Serían docenas de intelectuales y artistas los que se verían obligados a buscar refugio en Estados Unidos.

El largo, minucioso y entretenido ensayo de Poirier nos habla de cientos de artistas de aquellos años cuarenta y cincuenta en su relación con París, el impulso que proporcionaron a la recuperación de la Ciudad Luz y el sello con que esta les distinguió a modo de recompensa por su heroísmo o fidelidad. Breton, Henry Miller, Giacometti o Duchamp se entrecruzan en sus páginas como luminarias o resistentes trincheras contra las sombras y los obuses del nazismo. El existencialismo, el jazz, el nuevo periodismo o el feminismo tuvieron que ver, en su nacimiento y desarrollo, con aquel París derrotado pero no vencido.

Por algo se llamaba Ciudad Luz, sobre todo, a su ribera izquierda.

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