Opinión

¿Qué está pasando en la Universidad?

Sorprenden los resultados positivos del rendimiento académico en la institución pública

El portal de transparencia de la Universidad de Zaragoza, en los últimos días del mes de octubre, hizo públicos los resultados de un estudio acerca del rendimiento académico de los estudiantes que me dejó muy sorprendido. Y digo sorprendido porque esos resultados pueden ser interpretados como un índice demostrativo de la alta excelencia de esta universidad, o por el contrario como un síntoma explícito de la descomposición a que ha llegado en los últimos años la universidad pública aragonesa.

Según ese estudio, el porcentaje medio de los estudiantes que superaron positivamente todos los créditos en los que estuvieron matriculados (es decir, la tasa de éxito académico) durante el año escolar 2019-2020 fue del 91,2%, a pesar de haber sido ese el año de las clases 'online' como consecuencia de la pandemia que nos asola. Si se tiene en cuenta que la tasa de éxito se situaba de manera uniforme en el 87% desde el año 2015, se comprueba empíricamente que la enseñanza 'online' ha mejorado la excelencia académica universitaria en cuatro puntos. En cambio, en las carreras de Medicina, Ciencias de la Actividad Física, Enfermería, Física y Geografía, la tasa media de éxito académico no se vio afectada por la supresión de las clases presenciales, ya que, al igual que en años anteriores, continuó estando por encima del 97%.

Resultados diferentes en Secundaria

Curiosamente, no ha ocurrido lo mismo en la enseñanza secundaria, tal y como muestran los resultados de un estudio llevado a cabo por el Centro de Evaluación, Formación y calidad de Aragón (Cefyca), durante el mes de mayo del pasado año, a través de encuestas hechas al profesorado. En la enseñanza secundaria respondieron 4.104 docentes pertenecientes a 174 centros. Según constata el profesorado, los resultados fueron diferentes entre unas y otras materias, o entre unos y otros cursos, pero en general se demuestra que hubo una pérdida de competencias en el alumnado equivalente al 20%, ya que el porcentaje medio de las competencias académicas adquiridas se situó entre el 65 y el 70% (es decir, muy inferiores a las de los estudiantes universitarios). Sin embargo, los 845 docentes que participaron en el estudio realizado en la enseñanza primaria afirman que no hubo diferencias significativas en el rendimiento académico de ese alumnado en relación a años anteriores, a pesar del cierre de los colegios (la puntuación que dieron los docentes al rendimiento académico de su alumnado se situó por encima del 5 en todas las materias en una escala que iba del 1 al 7).

A primera vista cabe suponer que esas elevadas tasas de éxito se deben a la excelente calidad de esta universidad. Sin embargo, hay datos muy claros que indican todo lo contrario. El primero es que la Universidad de Zaragoza no se encuentra entre las mejores universidades ni a nivel nacional ni internacional. Tampoco en ninguna de las universidades pertenecientes a este grupo de cabeza se produce esa tasa tan desmesurada de éxito académico, a pesar de que en estas instituciones existe una selectividad muy rigurosa que solo permite entrar a los estudiantes más cualificados, cosa que no sucede en ninguna universidad española (aquí la tasa de aprobados en la prueba de selectividad es casi del 100%).

Mecanismo de defensa

Creo que lo más sensato es interpretar esos resultados como un mecanismo de defensa de la mayoría del profesorado universitario ante los continuos ataques que recibe por parte del alumnado y de los equipos de gobierno cuando su tasa de suspensos sobrepasa el 20%. En los últimos años de mi actividad docente en la Universidad de Zaragoza, el mejor recurso para lograr ser bien puntuado por los estudiantes y para evitar que te abrieran un expediente era dar un aprobado general (mucho mejor, si se daba un notable generalizado). En contra de lo que dicta el más elemental sentido común, cualquier alumno suspendido en una asignatura tenía derecho a la revisión de sus exámenes y trabajos por parte de un tribunal externo sin necesidad de justificación alguna. Cuando la revisión era otorgada (es decir, siempre), el profesor encausado era objeto de un complicado proceso de presunción de culpabilidad que acababa produciendo heridas muy graves en el psiquismo de las personas afectadas. Evidentemente, había docentes que, a pesar del efecto devastador de esa mafia burocrática, no caían en la tentación de regalar las calificaciones. Aunque no poseo información suficiente para saber si ahora ocurre lo mismo, no se me ocurre otra explicación alternativa para interpretar esa inflación de altas calificaciones académicas.

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