Opinión

Etnografía de los partidos

Dicen que en política hay enemigos y luego están los compañeros de partido. También se utiliza mucho la figura retórica de asemejar un partido a una familia. Se hablaba en Valencia de la «familia socialista». De parecerse en algo a una familia, en muchos momentos, la vida de los partidos sería en todo caso una familia muy mal avenida, escenario de traiciones, deslealtades, e incluso de puñaladas traperas, expresión que al parecer viene de Úbeda, de cuando una familia, Trapera de apellido, acuchilló a un Aranda, miembro de otra familia de hidalgos con la que disputaban el poder.

Bueno, en todo caso, las hostilidades, manifiestas o latentes, existen solo entre aquellos que aspiran al poder, a los cargos, y en muchos casos a los ingresos que solo en la política podían alcanzar, dada la mediocridad imperante. El resto de sufridos militantes permanecen expectantes y cuando pueden, se manifiestan como hicieron los socialistas encumbrando, con gran acierto, a un Pedro Sánchez que el viejo y caduco aparato había defenestrado. Sánchez, este sí, parece que estaba elegido por los dioses del socialismo, por lo menos hasta el momento.

A veces, en vísperas de congresos, cuando se lucha por el poder, lo latente se hace manifiesto y florece en los medios de comunicación. Y lo que florece es que de lo que parecía a la realidad, va un abismo. Que de familia nada de nada, que no hay amigos, que la lealtad, incluso el agradecimiento a quien le nombró, era puro oportunismo, postureo para seguir en el cargo, mejor, en un cargo detrás de otro. Primero la puñalada y luego la ternura, mucha ternura, o al revés. Hemos tenido ejemplos recientes en Aragón, en el PAR y en Ciudadanos, cuyas consecuencias están por ver. Se acercan las elecciones y las ambiciones desatan las pasiones. En Madrid, Casado tiene un grave problema con Díaz Ayuso, de la que dicen que se le está poniendo cara de Cayetana. Pero todo tiene solución. Es cuestión de repartir.

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