Opinión | Sala de máquinas

Fascinantes volcanes

La dramática situación que viene sufriendo la isla de La Palma se ve un tanto engañosamente aliviada por la generación de un turismo imprevisto en forma de visitas al volcán Cumbre Vieja. Son ya cientos de turistas los que se han acercado a su cráter para comprobar de cerca su furia y su belleza, y seguramente serán unos cuantos miles más quienes confíen, ansíen hacerlo en próximas fechas. Una atracción extrema, irresistible y morbosa, les impele a viajar allí para contemplar un fenómeno que consideran único.

Desde siempre, los volcanes en erupción han ejercido una fuerte atracción sobre los seres humanos, sean o no científicos, sean hombres o mujeres, ancianos o niños de cualquier procedencia, raza o edad.

La literatura y el cine, desde Los últimos días de Pompeya, la novela de Edward Bulwer-Lytton, llevada a la gran pantalla por Mario Bonnard, hasta Stromboli, aquella gran película de Ingrid Bergman y Rossellini, se ha inspirado largamente en los ríos de lava y en las lluvias de cenizas de los conos en erupción magmática.

Tal vez la novela más inquietante y famosa con erupciones de fondo haya sido Bajo el volcán de Malcolm Lowry. Un prodigioso y misterioso texto que ahonda en la volcánica, nunca mejor dicho, personalidad de un diplomático inglés destinado en México, el cónsul Firmin, cuya desarbolada vida sufre un brusco sacudimiento que invita al lector a reparar constantemente en la presencia del Popacatépetl, la cumbre humeante que sirve de amenazador paisaje a la acción. Luis Buñuel estuvo muy tentado de llevar al cine esta novela, desistiendo por su dificultad; finalmente sería John Huston quien la filmara, con un resultado, desde mi punto de vista, y a pesar de la siempre impactante magia de Jacqueline Bisset, inferior a la calidad del libro.

Además de tanta destrucción, impotencia y rabia, el Cumbre Vieja inspirará a buen seguro, y en no muy lejano porvenir, modas, películas, leyendas y un sinfín de anécdotas.

También, en la parte científica, estudios que nos ayudarán a prevenir y combatir futuras erupciones de una tierra, la nuestra, todavía indomable, imprevisible y caprichosa como una divinidad.

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