Opinión

Pensar no está de moda

Cambio tras cambio, reforma tras reforma, los sucesivos planes educativos no están conduciendo a una mejora evidente de la calidad de la enseñanza en nuestro país. No es para menos, porque el necesario consenso, que debiera presidir debate y conclusiones sobre cualquier tema trascendental, ni se encuentra ni se busca, tan centrados están los engranajes ministeriales en su protagonismo, sin apenas lugar para quienes debieran ser intérpretes esenciales: docentes y alumnos.

En todo caso, cuando se habla de reformar la enseñanza, asistimos al auge inevitable de tendencias dispares, con un eje común: nunca figuran con preponderancia actitudes básicas como esfuerzo, sacrificio y trabajo, ni tampoco suele existir mención expresa de las Humanidades y, todavía menos, de la Filosofía. Pensar no está de moda. Y cuando se trata de reflexionar en profundidad sobre nuestro papel en la existencia, parece siempre prioritaria la dedicación plena a otras cuestiones vitales, como la fórmula más eficaz de ganar más dinero en menos tiempo. Así que, sin perder un minuto, el alumnado habrá de cursar especializaciones técnicas, muy por delante de la formación humana, como si fuéramos únicamente una fábrica de producir billetes (o, aún mejor, criptomonedas). Sin duda, permanecemos inmersos en una esfera materialista que persigue la felicidad mucho más en tener que en ser. Pero incluso en la sociedad del consumo masivo es fundamental poseer un mínimo criterio que nos impulse a cuestionar el bombardeo comunicativo cotidiano. La llamada realidad virtual ni siquiera alimenta el cuerpo, que precisa su ración diaria de pan y habichuelas; para ir un poco más lejos, necesitamos también aprender a pensar con libertad, criterio y autonomía; necesitamos conocer de manera racional los principios y causas de todo lo que existe. Necesitamos la filosofía.

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