Opinión
Boludo
La única diferencia entre la autoestima y la autocomplacencia es que esta rebosa de hipocresía
La autocomplacencia de los demás es odiosa. La nuestra, es necesaria. Es la emoción más difícil de equilibrar y disfrutar. Tenemos derecho a la propia satisfacción, pero si se nos nota en demasía, pasamos a ser presuntuosos. En psicología resaltamos la importancia de la autoestima. Pero la única diferencia con la autocomplacencia es que esta rebosa de hipocresía.

Boludo / josé Mendi
Para ser aceptados socialmente debemos reforzar nuestra autoestima interior sin compartirla con los demás. Toda una contradicción. En el momento en que mostramos agrado con uno mismo, los demás nos ven como el protagonista al que Rocío Jurado diseccionaba en la canción Ese hombre, que le compuso Manuel Alejandro. Un estúpido engreído/ egoísta y caprichoso/ un payaso vanidoso/ inconsciente y presumido/ falso, malo, rencoroso/ que no tiene corazón. Las estrofas de la artista de Chipiona, que encumbraron a Pimpinela, resumen la catarsis psicoanalítica de la fallida teoría de Freud.
Los regímenes totalitarios y las religiones comparten la misma obsesión por reprimir la autocomplacencia. Las dictaduras imponen el control para que el miedo impida el gozo. Las religiones necesitan posponer la felicidad a la muerte, para garantizarse una clientela atemorizada que no pueda disfrutar de esta vida.
La Iglesia católica ha convertido en pecado la autocomplacencia del onanismo. La sexualidad no reproductiva es egocéntrica, denuncian en su Catecismo (Ofensas a la castidad 2352). Quizás los abusos pedófilos los definen como un simple exceso de ventosidades «in-curables». El sexo es erocéntrico, nada más y nada menos.
Las personas tienen el derecho de sentirse a gusto consigo mismas. Es más fácil complacer que complacerse. Hay quienes se complacen cuando complacen a los demás. Lo que no deja de ser un tipo de egoísmo. En psicología detectamos una enorme dificultad para lograr la legítima autocomplacencia que debemos reivindicar. El equilibrio obliga a hacerlo con firmeza propia y no regodeándose contra los demás para marcar territorio.
En el ámbito laboral o personal nos realizamos con la satisfacción por nuestro rendimiento o la llegada a metas vitales. Un sofá, un paseo o unas risas con los amigos pueden ser tan complacientes, o más, como ganar el Nobel de la Paz. Nos ocupan la preocupaciones pero nos desocupamos de las satisfacciones.
Si construimos un camino de personalidad amplio, manejaremos mejor la conducción de nuestro comportamiento, ya sea con curvas cerradas en un puerto de montaña vital o en una aburrida y recta autopista de la falsa monotonía de la normalidad. Les sugiero que se detengan en pensar y sentir esos momentos de pequeña autosatisfacción, por muy simples que les parezcan los motivos.
La crítica de la autocomplacencia se reitera en los discursos parlamentarios de la oposición frente al gobierno. Los españoles tenemos razones de autosatisfacción en la gestión de las vacunas tras la pandemia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) felicita a España, como modelo, para hacer frente a la covid-19.
Los países de nuestro entorno, que se habían rezagado con las vacunas, sufren rebrotes de preocupación. Podemos y debemos sentir complacencia de una buena gestión que sigue salvando vidas, sin renunciar a la prudencia. No cabe autocomplacencia del sufrimiento ajeno, tras el suicidio de Emilia, porque ha originado el primer caso de objeción somarda exitosa en España. La respuesta de Sira Repollés es justa y necesaria.
En Aragón, el debate del estado de la Comunidad no levanta pasiones ni presiones. Cierto que estas citas ya no son lo que eran y han perdido el sentido inicial con el que se instituyeron. En la sociedad de la velocidad en Red, estos cónclaves se quedan viejunos. La oposición acusa a Lambán de complaciente, pero nuestro presidente tiene motivos para lucir gobierno. Javi Potter ha revitalizado su varita del Pignatelli en su congreso socialista. La integración de Carmen Dueso, y la política que representa, es una suma de futuro. Don Javier, en su sexto año de estudio en brujería, prepara la titulación en EXTASIS (Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas). Tampoco el objetivo es demostrar quién tiene más metros cuadrados o el campo de fútbol más grande, rivalizando con Azcón. Don Jorge prefiere ser un boludo navideño, plantando su «boluminosa» pelota en la Plaza del Pilar.
En fin, si se encuentran a gusto, disfruten de su propia satisfacción. Yo, como escribo tan bien, me lleno de autocomplacencia en cada artículo.
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