Opinión | El triángulo

Las cinco de Valencia

Menudo revuelo se ha montado porque llegaron cinco mujeres, de buen rollo, con ganas de provocar una sonrisa y expectativas ni alarmantes ni falsas. Menudo revuelo se ha montado porque llegaron cinco mujeres, mujeres que tienen una intachable carrera política: son luchadoras, feministas, cultas, hermosas y no han robado ni han insultado ni han malversado esperanzas ni fondos. Menudo revuelo se ha montado porque llegaron cinco mujeres y dijeron que otras políticas son posibles y entonces uno, el que se cree el más listo del recreo, gritó y las llamó brujas, esas a las que la Inquisición quemó por ser rebeldes y ser mujeres. Luego llegó otro, el segundo más listo del recreo, y dijo que qué hacían esas mujeres allí, que él estaba hablando de política.

Incomprensible la forma que tienen algunos hombres de insultar a las mujeres y que sigue instalada en el medievo, cuando las mujeres nada sabían ni podían saber de política y se las quemaba acusadas injustamente de practicar brujería en actos públicos y perversos. Hoy eso sería impensable, porque sin avanzar mucho algo se ha avanzado, sin embargo retumban los tambores de la Inquisición cuando el secretario general de un partido político afirma que lo que hacían esas mujeres, las cinco de Valencia, era «un aquelarre radical». Ahí es nada.

Mónica Oltra, Yolanda Díaz, Fátima Hamed, Mónica García y Ada Colau podrán caer mejor o peor, podremos coincidir más o menos con sus posicionamientos y con sus decisiones políticas, porque al segundo más listo del recreo habrá que recordarle que estas cinco mujeres son vicepresidentas, alcaldesas y diputadas y claro que saben lo que es la política y por eso demandan otras políticas. Decía que podremos estar más o menos de acuerdo con sus decisiones y sus posicionamientos, pero lo que nadie me podrá negar es que las necesitamos porque necesitamos pensar en femenino, para acabar con esas riñas impregnadas de narcisismo y testosterona que consumimos a diario porque ellos las provocan a diario.

Es esperanzador, cuando menos, que haya alguien pensando en que otras políticas son posibles, porque serán reparadoras y permitirán acabar con muchos roles que son dañinos y no nos hacen avanzar, sino más bien retroceder a un tiempo de cavernas, venganzas, muerte y dedo acusador. Y mientras los viejos estereotipos rabian y rabian, las cinco de Valencia miran plácidamente, se abrazan plácidamente y devuelven a la política su parte más femenina, esa que no debió perder, y que nos tiene que volver a seducir para que cuando nos miremos sepamos bien por qué lo hacemos y enterremos siglas y hachas que nos han ido arruinando la vida. La política es mucho más.

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