Reconozco que el término provincias, utilizado con cierta habitualidad desde la meseta para referirse de forma coloquial y a priori no despectiva a aquellas geográficas más periféricas o simplemente allende dos horas de circulación desde el kilómetro cero, por autovía/autopista eso sí y atasco de salida incluido, siempre me ha incomodado, que no ofendido. Y el motivo no es otro que la cierta condescendencia que destila su uso; como si la ubicación geográfica, al margen de las gentes que la habitan, supusiera un impedimento, unas menores capacidades, a la hora de ejercitar la toma de decisiones de la manera más sabia e idónea posible.

Todo esto lo traigo a colación por la polémica surgida recientemente acerca de la iniciativa trasladada, por parte del Grupo de Ciudadanos en las Cortes de Aragón, a la Comisión de Ciencia, Universidad y Sociedad del Conocimiento por la que se insta al Gobierno autonómico a llevar a cabo los trámites necesarios para valorar la creación de un Instituto de Innovación Gastronómica en el centro de la UNED en Barbastro. Subyacía a la misma la premisa de que «(…) el Gobierno de Aragón debe fomentar la vocación vertebradora para el territorio, ayudando a mantener el patrimonio aragonés y a dinamizar los espacios rurales desde el conocimiento y la cultura universitaria (…)».

Un proyecto desde 2019

Y con la Iglesia hemos topado Sancho. Resulta que desde el año 2019 se estaba gestando un proyecto, ralentizado por la pandemia, para su ubicación en el Parque Tecnológico Walqa. Proyecto entiendo desconocido por parte del citado grupo político… pues costaría entender lo contrario si atendemos al elevado grado de avance que aparentan destilar las noticias acerca del mismo. Y entre otras razones para defender su ubicación se esgrimía desde la alcaldía de la capital que «(…) A veces la deslocalización no tiene sentido (...) y Huesca es la capital de la provincia, de excelencia de la gastronomía y restauración (…)». Motivos sin duda de peso y que solo por ellos mismos sin duda superan con creces (entiéndase la ironía y el sarcasmo utilizado) el elegir una ubicación a camino de las dos escuelas de hostelería de la provincia, la Escuela San Lorenzo de Huesca y la de Guayente, en Sahún (valle de Benasque), como se señalaba desde el citado grupo, que dicho sea de paso tampoco me parece un elemento que debiera considerarse como definitivo al margen de la ponderación de otros muchos.

Gregor

Y, sin entrar a valorar los seguros muchos argumentos que sostendrían la conveniencia de alojar la misma en la capital del Alto Aragón, que sin duda existirán pero que a contrario no han trascendido públicamente o cuando menos no han tenido el eco deseado en los diferentes medios de comunicación, no han faltado declaraciones de apoyo carentes de motivación aparentemente racional alguna, no fuera a ser que pudiera existir cuando menos la mera posibilidad de cuajar la propuesta. Argumentos de similares características en el fondo que han sido utilizados en el pasado y en el presente a la hora de ningunear los medios, materiales y humanos, con los que dotar al Hospital de Barbastro, que no olvidemos atiende a la mitad de la población de la provincia de Huesca. Sin pretender discutir en absoluto desde este altavoz que los medios materiales y humanos del Hospital de San Jorge sean los necesario (seguro que incluso inferiores a los necesarios), lo que resulta claro es que las cifras en el Hospital de Barbastro son absolutamente insuficientes.

Retomo el argumento lo anterior. Considero que quizás, solo quizás, debería utilizarse con cierta cautela y mesura y no trivializar el argumento acerca de la no deslocalización, en especial desde cualquier ámbito de nuestra Administración provincial y autonómica.

El fantasma de la centralización

En un territorio absolutamente invertebrado como nuestro querido Aragón, el fantasma de la centralización ha sido una constante, pasada, presente y esperemos que no futura, haciendo que más del 51% de la población se ubique en Zaragoza. Es más; estamos en un territorio en el que el 15,6% de los aragoneses vive en el 92,2% del territorio, que se traduce en una densidad de población de 27,9 habitantes por kilómetro cuadrado, frente a los 106 de la media europea y los 94 a nivel nacional. Esto es; un auténtico desierto demográfico.

Si nos creemos su conveniencia y reclamamos esa descentralización y dispersión para con nuestra capital; y no olvidemos que debemos seguir reclamando la misma con insistencia y tesón, de modo que se posibilite inversiones de calidad que propicien empleos de valor añadido que afiancen a nuestros jóvenes en sus territorios, la misma línea debería seguirse desde todos los ámbitos. Y no solo cuando nos interese. Lo contrario supone desvirtuar el discurso y adelantar argumentos que, más pronto que tarde, nos serán enfrentados en el ejercicio de nuestras legítimas aspiraciones.