En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, la Alemania nazi de Hitler alentó a las masas a salir a la calle para asaltar las sinagogas y quemar los comercios regentados por familias judías. A aquella trágica noche de asesinatos, arresto y envío de decenas de miles de judíos a campos de concentración, se la conoce en la Historia con el nombre de 'Kristallnacht' (Noche de los cristales rotos).

Aquella criminal y xenófoba acción del Gobierno de Hitler fue el mayor pogromo (palabra que, de origen ruso, define los ataques, acompañados de asesinatos y pillaje en contra de una comunidad étnica o religiosa) para con los judíos en Europa, desde la Edad Media.

Planeada durante años

Y es que la Noche de los cristales rotos, que la propaganda nazi quiso presentar ante Europa como una manifestación espontánea y expresiva del sentimiento popular de la población alemana, había sido planeada por Hitler y sus tropas de asalto –las SA– durante años. Solamente estaban a la espera de un pretexto (como había ocurrido con la quema del Reichstag en 1933, cuya autoría los nazis atribuyeron a un joven comunista con el fin de ilegalizar el partido) para llevarla a cabo.

Y pronto llegaría la excusa que Hitler necesitaba. El 7 de noviembre de 1938, dos días antes de que se desencadenase en Alemania la 'Kristallnacht', el joven judío de origen polaco Herschel Grynszpan (de 17 años y aunque nacido en Alemania, considerado apátrida en su propio país por ser sus padres originarios de Polonia) que se hallaba como refugiado ilegal en París se dirigió hasta la embajada de Alemania y disparó cinco tiros de pistola contra Ernst vom Rath, uno de los oficiales consulares, que le causaron la muerte dos días después.

Hitler podía finalmente llevar a cabo su plan. La maquinaria de propaganda de Alemania se puso rápidamente en marcha y convenció a casi toda Europa, incluidos los judíos alemanes, de que el asesinato cometido por Grynszpan había desencadenado la 'Kristallnacht'. Y para asegurarse de que así ocurría, Goebbels ordenó que se pintara la frase: «Venganza por Vom Rath», en las fachadas de los edificios judíos que fueron asaltados aquella fatídica noche.

Apenas tres meses antes de que cometiera el asesinato, al joven judío Herschel Grynspan las autoridades francesas le habían denegado su solicitud para acogerse al estatus de refugiado y le habían dado cuatro días para abandonar el país. A esta desesperada situación se unió la noticia de que a comienzos del mes de noviembre de 1938, su familia había sido expulsada de Alemania y al igual que otros 12.000 judíos, llevados hasta la frontera con Polonia, abandonados en una tierra de nadie, entre Alemania y Polonia, sin que ningún país accediera a dejarlos entrar.

Ignorancia

Existe un aforismo según el cual, los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. En el caso del dictador (27 años en el poder) de Bielorrusia, Aleksander Lukashenko, más que ignorancia, parece que en este caso la historia de la 'Kristallnacht' le ha servido (con la complicidad de la Rusia de Putin, de la Turquía de Erdogan y de la devastada Siria del criminal Al-Ashad) de modelo.

Con una falta absoluta de respeto a los derechos humanos y utilizando como coartada la desesperada situación en la que viven miles de refugiados provenientes principalmente de Siria (y aquí Europa y Estados Unidos tampoco pueden eludir la responsabilidad que les corresponde en el actual drama humanitario que allí se vive) ha optado por facilitarles una visa temporal de entrada en Bielorrusia. Pero una vez llegados al país, los refugiados son trasladados hasta una zona boscosa, en tierra de nadie, en la frontera con Polonia, alentándolos a entrar ilegalmente en este país de la UE.

El asombroso 'modus operandi' de Lukashenko con el llevado a cabo por Hitler en 1938 ha de movernos a la reflexión de que cualquier política que se lleve a cabo tanto a nivel nacional como internacional, ha de estar sometida al principio del respeto absoluto a los derechos humanos. Y para ello, Europa tiene que ser consciente de que las naciones integrantes de la Unión deben disponer de ejércitos bien dotados y formados, así como de un sólido ejército europeo, con capacidad de disuasión y de garantizar las fronteras de las naciones, la seguridad y las libertades del conjunto de la ciudadanía de la UE.

Riesgos contra la seguridad

Y esto nos lleva a otra conclusión: para que esto se produzca, es preciso que los ciudadanos seamos conscientes de la vital importancia y trascendencia de nuestros ejércitos y de la labor que desarrollan en defensa de la democracia, del bienestar, del desarrollo y de la cooperación internacional.

Una Europa comprometida con la defensa de las personas, especialmente de las más vulnerables y de los derechos humanos debe manifestarse segura en sus convicciones a través del diálogo y en cuanto a la firmeza de estas reivindicaciones, sustentada en un gran ejército europeo con capacidad para prevenir amenazas, evitar riesgos contra la seguridad, garantizar la paz, e intervenir en caso de crisis humanitarias.

Porque la Noche de los cristales rotos no es solo un trágico episodio que aconteció hace 83 años, sino un terrible drama humanitario que el dictador de Bielorrusia, Lukhashenko, acaba de revivir.