La cumbre de Santiago de Compostela fue la constatación de que más allá del ruido de Madrid, hay vida inteligente en las comunidades de la España Vacía. Ocho presidentes de distinto pelaje ideológico que dialogan, acuerdan y buscan lo mejor para sus territorios. Lo de menos es su partido o el rédito electoral de sus líderes, lo urgente es salvaguardar la identidad de sus provincias.

Alejados de frentismos y cargados de razón, los presidentes autonómicos mostraron su hartazgo por el reparto de siempre desde el Gobierno de España: complacientes con el nacionalismo y olvidadizos con la España profunda. Porque no hay igualdad territorial sino hay un reequilibrio financiero.

La exigencia de una financiación sin privilegios económicos ni sociales, en virtud de la propia Constitución, provoca que se dedique más esfuerzo financiero con un fondo específico al reto demográfico. Porque no son territorios de la España Vacía, son lugares donde la población envejecida tiene los mismos derechos que un vecino de Mataró, Torremolinos o Peñíscola. De ahí que el compromiso de la entente de los ocho presidentes busque lograr un acuerdo multilateral y no bilateral por la puerta de atrás entre el Gobierno y los nacionalismos.

La aseveración de Lambán sobre la crisis territorial que viven estas comunidades por la falta de financiación merece una reflexión: «Si no se adoptan medidas para una adecuada financiación las comunidades están abocadas a la inviabilidad». Es por eso que el Gobierno debe prevalecer el criterio de coste por servicio para atender las demandas de la España Vacía. Una alianza fundamental en plena efervescencia de los movimientos cantonalistas en cada provincia. Porque mientras se atosiga al gobierno de España para que cambie los criterios de financiación, es Teruel Existe quien considera un supuesto logro arañar dos museos y un centro de FP para la capital turolense.