Opinión

Las paguitas del bodorrio

Blanco. Un color de alegría. Las primeras nevadas han vestido de novia al Pirineo. El novio mira esta belleza con ojillos golosos. El maromo es la industria del turismo invernal que sostiene a valles enteros y llena la bodega para los meses de secano. ¿Los invitados al bodorrio? Todos aquellos que llevan un año de ansia por tirarse por la barra libre de las pistas.

Como ha ocurrido en otros sectores, grupos empresariales claman por la ausencia de trabajadores cualificados para llenar sus jornales. Hay quien puede interpretar estos mensajes, porque el discurso se arma intencionadamente, señalando la vagancia del currela, a las «paguitas». Ese ronroneo se escuchó hace un año con el rescate del Plan Remonta para aquellos que se habían ido al paro pandémico. ¡Es que no quieren trabajar, pandilla de holgazanes! Estos berreos suelen ser los mismos que argumentan que vienen los extranjeros a quitarnos el pan… Esos a los que luego contratan a bajo coste.

Mucha fauna local o neorrural, normalmente jóvenes, se abastece de estos sueldos en una tierra de poca estabilidad laboral. No obstante, muchos son forasteros habituales. Pocos se empadronan, fijan población, son nómadas del chiringuito de la playa al «après ski». Un supuesto estilo de vida hasta que el cuerpo aguanta. O aparece algo mejor.

En ocasiones, sin demonizar a todo el sector, las condiciones tampoco son tan excepcionales. Muchas horas de tajo, no todas abonadas, algún patrón déspota bajo el mantra de «es lo que hay» y poca protección. Los sindicatos tampoco sobran en la España Vaciada.

Pero el grave problema actual reside en la falta de residencia. Faltan viviendas a alquileres razonables, que no se coman buena parte de lo ganado. Me contaban esta semana que para trabajar en el Valle de Tena hay problemas hasta para encontrar alojamiento en Sabiñánigo. El boom por cazar al turista arrincona opciones de hogar para los temporales. A eso suma que tras la pandemia ha subido la luz, la gasolina, la compra y hasta el aire que respiras. Este arrinconamiento no facilita las cosas para el que sobrevive al día. Se buscan otras alternativas. Lógico.

Esta semana hemos visto en otras latitudes donde no cuaja la nieve, en Cádiz, imágenes, dicen, de otra época. Grupos de trabajadores unidos por una reivindicación, no separados en su subsistencia. Unidos en la calle, la huelga por derechos. Quizá se ha tensado mucho la cuerda por el lado más débil. Que no lo es. Porque sin currantes no hay fiesta, no hay bodorrio. No se olviden.

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