Especialmente en este 2021, como consecuencia en parte de la pandemia, pero con causas más profundas, se ha detectado en Estados Unidos un fenómeno singular que ha sido bautizado como The Great Resignation (la gran renuncia): se trata de millones de trabajadores que han dejado sus empleos con renuncias explícitas, jubilaciones anticipadas, un nuevo orden de prioridades o un deseo de plantarse para mejorar. Las cifras son insólitas y elocuentes: 4,3 millones dejaron su trabajo en agosto y 4,4 en septiembre, unos datos altamente significativos que responden a muy diversas razones que los expertos aún no se atreven a identificar con exactitud. El premio Nobel de Economía Paul Krugman asegura que «la pandemia llevó a muchos trabajadores estadounidenses a reconsiderar sus elecciones vitales y a replantearse su vida». Al mismo tiempo, durante este periodo, el número de jubilaciones ha doblado el habitual. Y se ha incrementado el apoyo a los sindicatos y se han producido al menos unas 160 huelgas de calibre en EEUU.

Estamos hablando, pues, de una tendencia importante que todavía no podemos afirmar si responde a un momento puntual, fruto del impacto de la pandemia o a un cambio más estructural en las relaciones laborales. Conviene recordar que la tasa de paro en Estados Unidos es del 4,6%, y que tanto la oferta de trabajo, que se mantiene y crece, como las ayudas federales, que han actuado como colchón económico, influyen en este caso. En el fondo del asunto, subyace lo que se ha venido a llamar burnout o síndrome del trabajador quemado. Es decir, la percepción de que tanto las condiciones laborales como los sueldos o la satisfacción con el trabajo no responden a las expectativas.

En Italia también se ha dado este fenómeno, con cerca de medio millón de trabajadores que renunciaron en el segundo trimestre del año (un 85% más que en el mismo periodo de 2020), pero en nuestro país, con una tasa de paro en torno al 15%, la situación es muy diferente. La información publicada ayer por este diario constata que los trabajadores con contrato indefinido no abandonan sus puestos, y que los que viven en la precariedad temporal (uno de cada cuatro) se encuentran en un círculo vicioso del que desearían salir pero no pueden, por la propia fragilidad del entorno laboral y por la falta de recursos para el día a día.

En lo que sí coinciden los dos panoramas (el americano y el español) es en la necesidad de parar que ha generado la pandemia, un dato analizado por los expertos desde la perspectiva psicológica. En algunos sectores, como el sanitario, la frustración y la sensación de haber llegado al límite son evidentes, pero las «elecciones vitales», por mucho que el trabajador esté dispuesto a llevar otro ritmo de vida, están directamente relacionadas con el riesgo personal y familiar de emprender una aventura que, aquí y ahora, se antoja muy arriesgada.