Hace unos días vi una fotografía en la que una inmensa carretera cortaba en dos el Amazonia, la mayor selva del mundo: 5,5 millones de km2, es decir, 11 veces la extensión de España, y lo peor no es la carretera en sí misma, sino que esta tiene como fin el transporte de la deforestación, que se está llevando a cabo, y la siembra de soja como alimento animal; pero esto que sucede en este espacio, que sirve como pulmón del planeta, no se queda ahí, también encontramos explotaciones como el fracking, que se utiliza para la extracción del gas y el petróleo que se encuentran aprisionados en las rocas a un mínimo de 2500 metros de profundidad. El procedimiento es el siguiente: se debe perforar para luego romper la roca con agua a elevada presión produciendo un impacto medioambiental bastante preocupante, pues genera corrimientos de tierras, contaminaciones de aguas subterráneas y aire con metanos. Estados Unidos es el principal usuario del franking.

Tampoco en España nos quedamos atrás de estas incidencias a la Naturaleza. No hace mucho veíamos cómo el Mar Menor quedaba como un enorme cementerio de peces, parece que debido al uso, sin medida, de los abonos para cosechas fuera de tiempo. La utilización de forma exagerada de los plásticos y el no reciclaje, en especial de los microplásticos, hace que nuestras costas sean el lugar de depósito de esta contaminación.

Debemos aceptar que la Naturaleza actúa con sus propios e indiscutibles criterios, sin embargo, las personas priorizamos nuestros propósitos, en multitud de ocasiones al margen de las incidencias que estos puedan producir en nuestro entorno y de esta forma suceden las agresiones medioambientales, algunas conocidas por su importancia, como las enunciadas aquí, y otras desconocidas por no llegar a ser noticia, pero que por su número generan gran incidencia en el ecosistema y así la vida continúa sin mayor preocupación.

Pero los mensajes hacen su función (noticias, niñas activistas, océanos llenos de plásticos, fondos de los mares con toneladas de basuras) y es, por tanto, inevitable que las grandes empresas se añadan al carro, y al entrar en sus páginas webs nos encontremos declaraciones sobre su preocupación por la defensa del medioambiente y cumplimiento de la normativa, pero este hecho no solo queda ahí: declaran con total y absoluta convicción que son una empresa sostenible.

Debo reconocer que este es un concepto que no entiendo muy bien, ya que es un compromiso harto difícil de hacerlo en la radicalidad que el tiempo exige, esto contando con la definición que la RAE hace al respecto: «que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar gran daño al medioambiente». No quiero que llegue el mensaje de que son las empresas las responsables de la catástrofe medioambiental. Debemos ser conscientes de nuestro compromiso con la sociedad que estamos viviendo y de las prioridades que hemos elegido como intereses personales. Por tanto, no escondamos la cabeza y asumamos nuestra cuota parte de responsabilidad, no nos libramos nadie y lo peor de todo es que el objetivo de ataque que tenemos es nuestra propia casa, la Naturaleza. No podemos ni debemos quejarnos de la situación y pretender continuar cada uno de nosotros sin poner nada que lo evite.

¿Cuál es el papel que los ciudadanos tenemos en la sociedad, en nuestra convivencia? Por supuesto, lo primero de todo: implicación y compromiso. Todos tenemos algo que aportar y debemos ser conscientes de ese papel que nos corresponde, pensar que debe haber terceros que nos den todo hecho es una gran irresponsabilidad, entre otras cuestiones porque nos limita de poder exigir a representantes y gobiernos lo que no hacemos con nosotros.

Debemos tomar conciencia de que lo que acontece a nuestro planeta, no solo es culpa de quienes lo atacan, también de quienes no lo defienden y se mantienen pasivos. Dejemos ya el hecho de que ponernos tan dignos hablando de la protección del medioambiente sea tan solo una pose.

Debemos actuar, cada uno en su parcela, no dejar que suceda un debilitamiento de lo mejor que tenemos: una naturaleza generosa, acogedora y rica para nosotros y, muy en especial, para las generaciones venideras. No en balde habremos sido nosotros quienes los habremos colocado aquí y, por ello, deberán ser las mejores condiciones las que debemos proporcionarles.

En definitiva, debemos hacer del término sostenible la realidad continua de nuestras vidas. No agotar los recursos y no hacer daño al medioambiente es la verdad del horizonte que debemos contemplar, por esto cuando ahora ya, al menos, hablamos de economía circular, debemos ser conscientes que significa recuperar la preocupación por cada una de las acciones que hacemos en nuestras vidas, saber que no puede ser el final, sino un ciclo permanente que está en nuestras manos hacer realidad, Naturaleza sostenible.