Un acuerdo que se centra en lo que une y no en los fantasmas que alejan a Javier Lambán y a Jorge Azcón. Así se resume el encuentro institucional entre el Gobierno aragonés y el consistorio zaragozano. En un ambiente tenso para evitar embarrar el trabajo previo de sus consejeros y en una rueda de prensa donde un comentario fuera de lugar pudiera romper la cordialidad, todo salió según lo previsto. Ni cacahuetes, ni almendrones, ni pipas peladas. La adversidad no fue tal y solo se firmó un acuerdo de consenso. Las discrepancias, en el estomago de cada líder.

Nadie duda que tras días de tensión y declaraciones cruzadas, esta armonía vivida en la reunión bilateral es un espejismo. El guante blanco por el interés general en una firma dejará paso al guantazo político que ambos jefes de filas del bipartidismo aragonés, líder consolidado y líder en ciernes, ya preparan. Y que sus equipos ya están urdiendo.

La ciudad de Zaragoza está en el centro del ring político. Lambán quiere recuperar la ciudad para el PSOE y Azcón no dejará de proteger el fuerte que tantos años ansió. Y los dos bien saben que, al margen de sus discrepancias, debe velar la voluntad de acuerdo. Un extremo que siempre es torpedeado por las filtraciones, los corrillos o los mentideros de su entorno. Es natural y comprensible que sean distintos modelos, y Aragón lo necesita, pero no debe enturbiarse su relación hasta el punto de que no haya reconciliación. De ahí que se haga una petición pública por parte de ambos líderes a la discreción en un futuro para tratar los asuntos que aún quedan por desatascar para la ciudad.

La eficacia y el pragmatismo deben estar por encima del interés partidista o el ritmo electoral que se acerca. Su alta valoración ciudadana es fruto de su responsable actuación institucional y no deben escuchar los cantos de sirena de los ecos nacionales. Hay que rehuir de una confrontación donde pierden los dos.