El alcalde de Cádiz, José María González, viene siendo noticia por sus decisiones sobre el callejero y mobiliario urbano gaditanos, cambiando nombres y removiendo estatuas. Por iniciativa suya y con apoyo de la izquierda acaba de cambiarse la avenida Príncipe de Asturias por la de Proletarios del metal. Kichi ha enviado operarios municipales a la casa natal del escritor José María Pemán con orden de arrancar de su fachada la placa conmemorativa. Le obsesionan el Rey, el exalcalde Carranza y aquello que le huela a conservadurismo, incienso, oligarquía... Sus decisiones, sectarias para muchos, justas para los suyos, absurdas o ridículas para tantos otros, recuerdan, en clave de posturno, a otro alcalde de Cádiz, Fermín Salvochea, regidor de la bella ciudad gaditana durante la I República.

Salvochea, socialista utópico, furioso anticlerical y visionario social, protagonizó en su única legislatura una serie de actos que dejan chiquito, anecdótico, a José Manuel González, 'Kichi'.

En 1873, nada mas obtener la vara de mando de la ciudad y del cantón de Cádiz, Salvochea ordenó echar abajo el convento de La Candelaria, de las Agustinas Descalzas, con el argumento de que amenazaba ruina. Hubo en contra una manifestación popular, pero Salvochea se mantuvo inflexible. Permitió que fueran trasladados los objetos de culto de La Candelaria y los féretros de su beaterio, y que las veintidós monjas de clausura abandonaran su cenobio para refugiarse en otro convento y echó abajo el suyo. Además, Salvoechea cambió los nombres de las calles gaditanas por Jacobinos, Voltaire, Rousseau, eliminando a los santos y las santas también de las escuelas, que pasaron a denominarse La Razón, La Armonía, La Igualdad... Traductor de Kropotkin, defensor de la anarquía, listo para alzarse en armas contra cualquier gobierno o poder, fue finalmente capturado por el general Pavía, que lo mandó a prisión bajo acusaciones de traición. Al concluir su desfilar por varios penales, Salvochea fundó un periódico libertario y regresó a Cádiz para repartir sus bienes entre los pobres. Murió en 1909 como uno de esos indigentes, sin posesión alguna, en una cama de tablas de la beneficencia.

Kichi, en fin, tiene a quien salir, aunque más en señorito...