Que el paro caiga y que el número de empleados crezca es siempre, en todas partes, una muy buena noticia. Máxime cuando hablamos de unas economías como la española y la aragonesa, endémicamente afectadas por una desocupación siempre dramáticamente por encima de las de los países de su entorno.

Este mes de noviembre el paro ha descendido hasta situarse por debajo de los niveles precovid, alcanzando su punto más bajo desde 2008, cuando se produjo el estallido de la crisis inmobiliaria y financiera. En consonancia con el descenso del paro, el mes pasado se han sumado nuevos ocupados por tercer mes consecutivo, convirtiéndose en el mejor noviembre en 20 años. Y eso a pesar de que el mes de noviembre no suele ser propicio para la contratación y de los nubarrones de la escalada de la inflación, la dificultades en los suministros y la nueva variante del covid. En Aragón las expectativas son tan positivas que se confía en que acabe el año con menos de 60.000 desempleados, el mejor dato en 14 años, gracias en parte a la campaña de Navidad y la apertura de las estaciones de esquí.

Entre los sectores que más están tirando al alza del empleo se encuentra la construcción (con unos 15.000 trabajadores más que antes del covid en toda España). Asimismo, acumulan grandes incrementos interanuales la hostelería y las actividades artísticas, muy dañados durante el terrible 2020. Todas estas cifras desmienten los augurios apocalípticos en que viene insistiendo la oposición de derechas al Gobierno de Pedro Sánchez, y el PP de Pablo Casado con singular énfasis.

Sin embargo, tampoco parece que vayan a confirmarse los vaticinios más optimistas sobre el vigor y la rapidez con que la economía española iba a recuperarse tras la pandemia. Así, el miércoles se hacían públicas las nuevas previsiones de la OCDE, que avisa que la recuperación española va a ser más lenta de lo esperado. La OCDE estima que el crecimiento español para el conjunto de 2021 será del 4,5%, por debajo de la media de la zona euro. Para 2022, la previsión de la OCDE es de un punto más, es decir, del 5,5%, entonces sí por encima de la media.

Entre las causas de la ralentización del crecimiento de la economía española cabe señalar, como hizo también la OCDE, el lento despliegue de las ayudas europeas, los obstáculos a la hora de inyectar financiación a las empresas y las dificultades del sector turístico. A ello hay que añadir una inflación desbocada (la tasa interanual es del 5,6%), y que no solo genera un fuerte sentimiento de incertidumbre, sino que amenaza también con elevar la conflictividad social en los próximos meses, motivada por la erosión en el poder adquisitivo de los trabajadores que conlleva. La evolución de la inflación es clave en el futuro de la economía y es algo que debe tenerse muy en cuenta.