Me acuerdo de mi primer pasaporte. Un pasaporte individual, porque en mi adolescencia todavía los había familiares. En su primera hoja advertía que no era válido para viajar a la URSS, a China, a Vietnam o a cualquier país tras el telón de acero. A mí me daba igual porque miraba el globo terráqueo e imaginaba las infinitas posibilidades que me brindaba esa libretilla verde, aunque en realidad mis escapadas estuvieran limitadas a lugares vecinos.

Un pasaporte significaba libertad. Lo restrictivo eran los muros y las fronteras. Aquellos documentos eran la llave, especialmente en una época en la que, a los españoles, aunque fuéramos unos críos, nos miraban por encima del hombro en cualquier aduana.

Más tarde comprobé que para visitar según qué lugares, normalmente del mundo subdesarrollado, te exigían una serie de vacunas, más cuanto más exótico fuera tu destino. Tenías libertad de elegir entre solicitar o no solicitar un visado que conllevara todos aquellos pinchazos.

Escucho en los bares clamar por la supuesta pérdida de libertades que pueda traer la obligatoriedad del certificado covid para acceder al ocio nocturno. No sé la de décadas que llevamos acostumbrados a que los porteros de discoteca denieguen la entrada al personal según sus caprichosos algoritmos.

Ellos no explican si dejan fuera a este por ser gordo, a la otra por ser mayor o a aquel por no vestir con suficiente glamour. Nadie ha denunciado por discriminación a ningún establecimiento de este tipo.

Dice Manolo, mi camarero de cabecera, que pedir los datos sanitarios de un cliente atenta contra la Constitución. Hay que ver la piel tan fina que ha desarrollado Manolo desde que casi lo arruinara el confinamiento. Le explico que una cosa es acceder al historial médico y otra distinta certificar que estás inmunizado.

Odio los conceptos de prohibición y de obligación, pero si estuviera ingresado en un hospital, preferiría que denegaran el acceso a los no vacunados. Y esto debiera servir especialmente para los profesionales sanitarios.

Claro que gozan del derecho a no inmunizarse, pero entonces, deben comprender que no debieran trabajar en una clínica. Tienen libertad para elegir cualquier otra profesión, portero de discoteca, pongo por caso, o la que sea. Hoy en día, casi todos los oficios aceptan el teletrabajo.

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