Es difícil cerrar este 2021 con optimismo. Un año tan escandaloso, empeñado en agotar el alfabeto griego para nombrar las variantes de su virus, tan volcánico como ahogador, obcecado en demostrar que lo del calentamiento global va en serio. Por más ilusión que pongo, me da que su hermano 2022 viene de nalgas. Ojalá me equivoque más que la OCDE con sus previsiones.

Mucha magia tiene que caer para que nuestros congresistas abandonen la bronca y se pongan a debatir, tal vez pactar. Qué nivel de ruido. Vociferan tanto que no les entiendo. Les da igual el motivo y lo utilizan todo, hoy en un sentido y mañana en el contrario. Desearía que el próximo año comprendieran que las lenguas no son un arma arrojadiza, sino herramientas para comunicarse, amén de riqueza cultural. Entiendo perfectamente si me hablan en catalán y nadie me discrimina si respondo en castellano. Otra cosa es el acoso escolar, que no tiene que ver con los idiomas sino con la violencia que pervive en las aulas, en las familias y hasta en los bares.

Salud mental

Algo bueno ha sido que este año comenzáramos a hablar de salud mental, gracias a los olímpicos, incluso se baraja presupuesto para la hermana pobre de nuestro sistema sanitario. En los medios ya se permite nombrar el suicidio, aunque agradeceríamos que rebajaran el grado de morbo. Si descargamos algunos programas de la tele, incluso de la nuestra, la pública, comprobaremos que es posible detectar señales mucho antes de que se produzca el desenlace. Ojalá en estos doce meses aprendamos a no burlarnos de quien padece un trastorno y, sobre todo, no se emitan informativos desde el tanatorio.

Hablando de salud, reconozcamos que se incrementó el interés por prevenir el estrés laboral, no sé si por sus dramáticas consecuencias para las personas y para la economía, o porque se ha comprendido que, ya que invertimos tantas horas en el tajo, sintámonos seguros y a gusto en él.

En general, hemos derrotado por 3 a 0 al negacionismo. Ahora hay que ganar el Mundial. Quiero decir, que está bien que la mayoría de europeos llevemos tres dosis de vacuna en el cuerpo, pero si en África, que está a la vuelta de la esquina, no han recibido ni una pauta, estamos haciendo el imbécil.

No pido que en 2022 seamos más solidarios, me conformo con que seamos más listos.