En los suplementos culturales de prensa escrita se suele plantear a los entrevistados algo así: ¿qué libro no pudo terminar de leer? Si yo tuviese que responder a esa pregunta contestaría que solo ha habido uno que abandoné antes, bastante, del final. Se trata de Archipiélago Gulag, famosísima obra del premio Nobel Aleksandr Solzhenitsyn, escritor ruso que alcanzó enorme fama con este estudio sobre la URSS, sus gobiernos, administración y, muy especialmente, sistema penitenciario, que conocía a fondo por haber estado detenido en repetidas ocasiones por su oposición al régimen soviético. Me resultó un libro pesado, reiterativo, excesivamente detallista, y, lo que me decidió a dejarlo, con leer la contraportada y las informaciones de prensa sobre su contenido ya era suficiente. Conocer fechas y nombres, y más fechas y más nombres, era importante como documento, pero complicado para un lector como yo en el momento en el que lo estaba leyendo.

Dos libros

Dos libros Javier Fernández López

Ha habido otros muchos libros a los que me he acercado por diferentes razones y que he estado tentado de abandonar antes de llegar al final, pero utilizando la técnica de la lectura en diagonal siempre he conseguido acabarlos. Hay un impulso en mí que me lleva a seguir, a continuar, por ver si hay algo que compense. Y esa es la razón por la cual he terminado de leer uno de los dos libros de los que voy a escribir hoy. El otro lo he leído entero.

Juan Marsé y Rafael Chirbes son, eran, ya han fallecido, dos buenos escritores. Es la opinión de editoriales, críticos, lectores y jurados de premios. Yo he leído varias obras de los dos y comparto ese criterio. Aunque solo se llevan unos quince años de edad pertenecen a dos épocas distintas respecto de su escritura. Son próximos en residencia, Barcelona y Valencia, pero sus mapas territoriales literariamente no son lindantes. Sí tienen coincidencias en cuanto a sus orígenes y trasfondo literario ya que los dos son hijos de familias de clase baja y centran los argumentos de sus relatos y novelas en personas marginales, poco afortunadas en la vida. La Cataluña de la posguerra y la España, Valencia principalmente, de la transición. Marsé ha gozado, desde sus primeras novelas, de una gran aceptación en el mundo del cine ya que se han adaptado bastantes obras suyas. Su forma de narrar, muy visual, ha encajado bien en las pantallas. Con Chirbes no ha ocurrido lo mismo, su narrativa es menos cinematográfica, pero una de sus obras, Crematorio, fue adaptada como serie de televisión con una enorme repercusión.

No es de sus obras de ficción de lo que hoy quería hablar ya que son dos libros de memorias, más o menos, los que me han llevado a redactar estas líneas. Notas para unas memorias que nunca escribiré de Marsé y Diarios de Chirbes son obras que se enmarcan en un modelo similar, ya que los diarios son notas que ayudan a conformar unas memorias. Se trata, por tanto, de literatura de no ficción y de libros que tienen como protagonistas a quienes los escriben. Está aceptado, por quienes tenemos afición por leer estos libros, que en ellos se miente mucho. No se trata de contar la verdad, eso no es divertido, y se dedican muchas páginas a ajustar cuentas con personas poco queridas por los autores y a reescribir episodios no agradables. Más allá de estas disquisiciones hay una clasificación mucho más importante: la que divide esta clase de textos en decentes y tramposos. El de Marsé es un perfecto ejemplo de lo segundo.

Ya en el título el autor catalán nos dice que no quiere escribir unas memorias. Pues no las escriba. Pero no es verdad ya que va llevando un diario que solo tiene un objeto, convertirlo en el futuro en algo parecido a unas memorias, incluyendo frases ajenas como la de Manuel Vázquez Montalbán, que hace suya, de que en «Cataluña contra Franco vivíamos mejor». Es consciente de que él no será el autor, pero sabe que de sus notas saldrá un libro. El objeto del mismo es evidente, proporcionar algo de dinero a sus allegados, familiares y editores amigos. Un libro prescindible.

El de Chirbes destila verdad desde la primera palabra. Durante muchos años, mientras va desarrollando su carrera literaria, va tomando notas, desarrollando un diario. Si bien esta clase de cuadernos tiene el carácter de ser algo privado, escrito para quien lo escribe, en algunos autores lo que va creciendo es una obra futura. Son notas privadas para ser hechas públicas. El escritor quiere desarrollar dos caminos paralelos, el de la pura ficción y el de la realidad plasmada en un relato. Como autor que tiene voluntad de trascender va reflexionando, estudiando, criticando, haciendo que la vida vaya transcurriendo por páginas que alguien leerá. Y no es complaciente, ni con él ni con nadie. La vida no es algo maravilloso según el levantino. Estamos en un valle de lágrimas y así hay que contarlo, con dureza. Un gran libro.