El nombre de la nueva lideresa de Unidos Podemos, Yolanda Díaz, está en muchas plumas y bocas como posible competidora de Pedro Sánchez en unas próximas elecciones generales, a bastante distancia aún. Pero ella parece que ha salido a correr su maratón.

Jaleada por los suyos y por algunos medios que ven en sus maneras y quehaceres brillo de astro político, la vicepresidenta segunda del Gobierno está llevando a cabo operaciones de pura imagen junto a otras más industriosas, en apariencia destinadas casi todas a extender la proyección de su figura a un electorado más amplio. Su reciente visita al Papa, por ejemplo, ha sido claramente un truquillo publicitario. 

En cambio, la renuncia de algunas reivindicaciones de clase en la batalla de la reforma laboral, con vistas a contentar a federaciones de autónomos y confederaciones empresariales, ha tenido más fondo. 

La vicepresidenta segunda del Gobierno está llevando a cabo operaciones de pura imagen junto a otras más industriosas

En cuanto al olvido a que está siendo sometido Pablo Iglesias, de quien nadie se acuerda en el Gobierno, en el partido ni en la que fuera su casa, vendría a ser la clara demostración de que Yolanda Díaz ni le debe nada ni quiere seguir su camino. A los revolucionarios senderos por los que los conducía Coletas prefiere otro más llano y tranquilo.

Pero, ¿conseguirá doña Yolanda -habrá que empezar a llamarla- llegar un día a La Moncloa como presidenta electa? ¿Logrará esta gallega de izquierdas -pequeñoburguesa, radical o posibilista, habrá que ver- romper el techo de cristal y convertirse en la primera mujer en presidir un gobierno de España?

Algunos augures comienzan a sugerir que sí. 

Para eso, la candidata de UP tendría que doblar sus votos y hacer sorpasso al PSOE de Sánchez, algo que Pablo Iglesias estuvo a punto de lograr y que sólo sus errores, bravuconadas y anacronismos impidieron. Sin su presencia y, sobre todo, sin su carga, doña Yolanda podrá diseñar campañas más transversales, según el palabro de ahora, negociando con los obispos y con la Guardia Civil, con aragoneses y andaluces, con emprendedores y emigrantes, con negacionistas y ocupas, con toda esa diversidad de tipos y capas sociales que complican la geografía electoral al extremo de tener que recorrerla con los prismáticos del observador de especies y la mochila del explorador.

¿Ha nacido una estrella?