Ya no debieran sorprendernos las continuas decisiones absurdas que las neuronas de nuestros gobernantes, tan dramáticamente incompetentes, plasman en realidades legales sobre las esforzadas páginas del BOE. En ellas aparecen las interpretaciones que de la vida en la polis hacen estos personajes, entre los que no faltan vividores a expensas de las instituciones que gobiernan.

El tipo de democracia averiada que en Atenas condenó a Sócrates está reapareciendo paulatinamente en nuestro mundo y especialmente en nuestra «nación de naciones» (antes, España). Lo del BOE de 29 de diciembre de 2021, página 21734, firmado por S. M. Felipe VI es como para «ir a mear y no echar gota», frase que se utiliza para expresar incredulidad o asombro, acompañada de cabreo o hastío. Y también para intensificar la expresión de una sorpresa, ya sea agradable o desagradable.

Deterioro humano

¿Cómo se puede obligar a nadie a firmar un decreto que premia a quien quiere guillotinar al firmante y destruir a su linaje? De semejante forma a cuando yo era niño, están reapareciendo en nuestra vida escenas que no sería justo hubieran de padecer nuestros descendientes; o que tuvieran que exilarse al mejorar su expresión con la innovación tecnológica. Se está produciendo un preocupante deterioro humano de las instituciones.

La farsa de estos decretos, además de demostrar una ignorancia grave o supina, es una secuencia mas del «sanchicidio» intencionado de nuestra democracia. Se está produciendo más ya que desconfianza un hazmerreír, un ridículo que afecta a las instituciones representativas, los legisladores, medios de comunicación, Iglesia, tribunales y gobiernos autonómicos. Incluso del Estado de derecho, que se atasca demasiado. Todo esto acaba por inducir una sedación peligrosa en la ciudadanía, por el agotamiento que produce la reiteración de promesas falsas e incumplidas, que se quieren compensar con dádivas para compraventa de votos a expensas del empobrecimiento de los ciudadanos. Grotesca situación. Base etiológica fundamental para la concesión de la Gran Cruz al condecorado de hoy y abrazado de ayer.

No solo es un problema de incompetencia política. Erróneamente, se han resucitado problemas viejos y no tan viejos, que no hemos sido capaces de olvidar. Muchos de los condecorados en esa inverosímil lotería de medallas los han recordado, reavivado e incluso patrocinado; y no solo con palabras, sino popularizando la violencia y pregonando la inseguridad y el deterioro del Estado. Se hace difícil distinguir entre el Estado de derecho porque el Doctor Sánchez y sus socios (Yolanda y cía.) lo someten a constantes violaciones.

Indemnizaciones medallísticas

Estas últimas indemnizaciones medallísticas son una pedrea, secuela de un desgaste del Gobierno que la quiere camuflar. Nace de una política de toma de decisiones mediante acuerdos con fuerzas políticas cuyos objetivos son inconstitucionales. La debilidad de una fuerza política sin mayoría legislativa, unida a la sicopatología de la ambición propia del ego presidencial megalómano es morbosa y puede ser letal sumada a los secesionistas rapaces y a los nacionalismos parasitarios. Todo ello se transparenta en la lotería de las Grandes Cruces del sorteo de cruces, hijas de la agenda que varios perjuros vienen ejecutando como modus operandi desde el primer día. Con coleta o con melena, con doctorado o sin él.

No tardará en presumir de haber promovido «decretos con premio» en nombre de algo que odian y querrían abolir: la Monarquía y el Estado español.