El crítico cinematográfico y escritor Fernando Gracia Guía acaba de publicar un delicioso libro inspirado en sus recuerdos de Zaragoza en relación con el séptimo arte, pasión que viene durando casi el mismo tiempo que su vida.

El ensayo se titula 'El cine y yo'.

En sus nostálgicas y conmovedoras páginas, el autor fuerza su memoria hasta conseguir recrear las primeras películas que muy de pequeño vio en los cines de Zaragoza. ¿Cuál sería la primera? ¿Y dónde la vería, tal vez en el Cine Salamanca? ¿Y bajo qué título actuaba Joselito? ¿Y qué cantaba Carmen Sevilla? ¿Y a quién vapuleaba Jack Palance?

Salas zaragozanas de los años cincuenta y sesenta como el Monumental, Iris, Frontón o Fuenclara comenzaron a ser como segundas casas para aquel muchachito inquieto que se extasiaba y aprendía con cada película. La cartelera era entonces muy generosa, no en vano las autoridades de la época preconizaban como política popular «un cine en cada barrio». De hecho, los habitantes de cada distrito iban a su respectivo «cine de barrio», resultándoles una cierta aventura cambiar de sala.

Todas olían a ese perfume de los sueños compuesto de colonia, palomitas de maíz, densa humanidad y fuertes emociones como las que Fernando sintió frente a la imagen hierática y heroica de Alan Ladd en 'Raíces profundas'. Especialmente cuando, en la última escena, el niño del western intenta detener al héroe gritando su nombre: «¡Shane, Shane!». Aquel fue uno de los mágicos momentos en los que Fernando se identificaría para siempre con los personajes de ficción y su capacidad para transformar la realidad. Algo parecido debió sucederle a Carlos Saura, porque a uno de sus hijos lo bautizó con el nombre de Shane.

Además de un homenaje al cine norteamericano, europeo y español, el libro de Gracia Guía es también la memoria de un tiempo pasado, aunque no perdido, cuya aroma, al no ser humo, sino brasa, perdura entre las hogueras de la memoria. La de aquella Zaragoza muy cinéfila, tranquila, apasionada, dispuesta siempre, cada domingo, a soñar en technicolor y compartir los dramas y las alegrías de los grandes actores y actrices que, bajo la batuta de Ford, Berlanga o Hitckcock construían para un público universal los monumentos fílmicos del nuevo arte del siglo XX.